COMBATIR LA POBREZA

Hoy es el día internacional de la erradicación de la pobreza, una de las cuatro patas del partido PFyV (Familia y Vida). Aparte de los dos principios que contiene su propio nombre, también conviene remarcar la libertad de educación y la erradicación de la pobreza. Este último es un punto que hay enmarcar plenamente en el ámbito de los derechos humanos. Sin ningún género de dudas.

Como que una gran mayoría de nosotros vivimos más que bien, frecuentemente no dedicamos un solo segundo de nuestro tiempo a meditar sobre la cuestión. La propia ONU  –mediante programas de ayuda al desarrollo–  nos recuerda que más de mil trescientos millones de seres humanos se encuentran en el umbral de la pobreza. Se ven obligados a pasar con menos  de un dólar diario. En un mundo  tan avanzado como el nuestro, es un contrasentido  –y, al propio tiempo, una aberración–  ver estos contrastes tan marcados.

Ya no se trata solamente de incidir en el área financiera. Entiendo que se ha de ampliar al abanico a la consideración social y humana. Aunque solo sea con el objetivo y el reto de generar las capacidades básicas para que todo el mundo  –sin excepción alguna—viva con un mínimo de dignidad.

Este año, conmemoramos el 70º aniversario de la Declaración Universal de los derechos humanos. Motivo de más, pues, para apoyar la causa y no cesar en el empeño de machacar el tema. Los gobiernos han de demostrar  –con hechos–  que las palabras no se las lleva el viento. La antigua reivindicación de dedicar obligatoriamente el 0’7% del PIB de los países desarrollados a cooperación internacional corresponde a la década de los noventa. Por tanto, a toda la clase política le tendría que caer la cara de vergüenza.

Me parece sumamente oportuno reforzar el contenido del tema que trato hoy con una cita del desaparecido John F. Kennedy, expresidente de los Estados Unidos de América: “Si una sociedad libre es incapaz de ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos”… Porque, donde hay riqueza, también hay trabajo… Mientras que el rico hace lo que le viene en gana. En cambio, el pobre tan solo lo que puede.

En pleno siglo XXI, ¡ cuánta tristeza ! Porque los ricos no dan, pero tampoco piden. Riqueza con tristeza es mucho peor que pobreza… Y, al mismo tiempo, cuando falta paz, también falta pan. Mentalicémonos, ¡pues!

Por Josep Ballbè i Urrit (BARCELONA)

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