CÓMO AYUDAR A NUESTRAS HIJAS A FORJAR SU PERSONALIDAD

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En Raising a Strong Daughter in a Toxic Culture (1), la doctora Meg Meeker comparte su larga experiencia como pediatra y divulgadora. Casi quince años después de su celebrada obra Padres fuertes, hijas felices, Meeker ofrece en este nuevo libro hasta once claves para que tanto padres como madres ayuden a sus hijas a hacer frente a una sociedad acostumbrada a enviarles mensajes tóxicos que no corresponden con su naturaleza y dignidad.

Si ya en el libro anterior señalaba el papel imprescindible de los padres en el desarrollo de la personalidad y el carácter de las hijas en un entorno peligroso, para Meeker la cultura en la que vivimos hoy es todavía más hostil con respecto a los intereses de nuestros hijos. Pero continúa insistiendo en que los padres y los abuelos tienen una enorme capacidad de influencia en sus vidas y en las decisiones que toman.

En un momento en el que la sociedad trabaja por evitar los peligros de un virus, Meeker propone un protocolo para minimizar el efecto tóxico de la cultura en que vivimos.

Conocer su corazón

Cuando se habla del corazón de una hija se habla de emociones, carácter, y espíritu. Y para Meeker, el corazón de una chica acoge cuatro elementos que están latentes en él, aunque no sean reconocibles a primera vista: la necesidad de amar, de establecer vínculos fuertes, de cuidar y de ser amadas.

Para una hija resulta tan natural como para los padres mostrar su cariño, a través de abrazos, besos o pintándoles en un dibujo. También se siente mal cuando rompe las reglas o no se porta bien. Las hijas son conscientes de que si dan amor, lo más probable es que reciban amor también. Cuando una niña pequeña expresa su cariño, analiza si su padre le dedica tiempo o le hace ver con gestos que no debe incordiarle porque está hablando por teléfono.

Desde pequeñas, las niñas están más interesadas en las relaciones humanas que los chicos. A las chicas les gusta interactuar, quieren comunicarse, sentir y ofrecer cariño. Meeker ironiza con la interpretación constructivista que hacen algunos psicólogos sobre los motivos por los que las niñas juegan con muñecas y los niños con coches. Y remite a la obra de expertos como Leonard Sax y su libro Why Gender Matters.

Responder a cuatro grandes preguntas

Toda hija –afirma Meeker– nace con una tendencia innata a buscar respuesta a cuatro preguntas existenciales: ¿De dónde vengo? ¿Tengo valor y soy importante (especialmente para mis padres)? ¿Existe un estándar moral? ¿Hacia dónde me dirijo?

Nada refuerza más la autoestima de una hija que decirle que Dios la ha creado con un propósito, que no es un accidente o únicamente un cúmulo de células. Cuando una persona toma conciencia de esta realidad, tiene una mayor capacidad para apreciar su valor como persona y el de los demás. Está claro que resulta más fácil para los padres que tienen fe explicar a una hija esta realidad.

Para tener verdadera autoestima, una hija necesita ver que sus padres no la valoran por sus éxitos y fracasos, sino por ella misma

Por otra parte, comenta la autora, con frecuencia cometemos el error de valorar a las personas, incluidos nuestros hijos, por sus éxitos y fracasos, en lugar de hacerlo a pesar de ellos porque tienen un valor incalculable solo por el hecho de existir. Una hija necesita saber que el amor de un padre es incondicional. Eso le vacunará contra los mensajes que le hacen ver que para tener verdadera autoestima debe estar delgada, ser guapa, popular o atractiva, ir a una universidad de prestigio o romper el techo de cristal impuesto a las mujeres llegando a ser CEO de una empresa importante.

Las madres como mentoras

Se sabe por múltiples investigaciones que las madres conectan más fácilmente con los hijos que los padres, son más empáticas y son vitales para proporcionarles sensación de seguridad. Los niños perciben que el amor de las madres es innegociable e inherente a su figura, mientras que el amor de un padre debe merecerse, una percepción que estos últimos tienen que trabajar para cambiar.

La acción de mentorizar consiste en enseñar y hablar de manera consciente y abierta a las hijas sobre la vida. Normalmente, mediante el debate y un diálogo constante. La madre puede acompañar a su hija de un modo en que el padre no puede hacerlo, porque ambas son mujeres y tienden a hablar de sus sentimientos con mayor facilidad. Las mujeres piensan diferente a los hombres, y eso les favorece a la hora de acompañar a sus hijas en su desarrollo porque tienen una idea más fiel del modo en que ellas piensan y perciben el mundo.

El mentoring sitúa el aprendizaje en un nivel diferente, más intelectual. Mientras que el aprendizaje convencional señala cuáles son las conductas correctas, el mentoring se centra en entender los motivos por los que esas conductas son correctas. Una estrategia eficaz es la de proporcionar a los hijos un vocabulario emocional con palabras que sirvan para explicar los sentimientos que se derivan de sus experiencias.

Padre, primer amor, protector y líder

Un padre es el hombre más importante en la vida de una niña. Todo padre es inevitablemente la referencia de la imagen que tiene una hija del planeta masculino. Si su padre es amable con ella, una niña confiará en los hombres sin problemas. Si su padre es afectuoso, una hija esperará que los hombres sean afectuosos, y al contrario. A las personas que no han tenido un padre cariñoso les cuesta incluso ver en Dios a un padre amoroso.

Los padres protegen a sus hijas, en parte fijándoles límites; nadie puede hacerlo mejor. Y cuando un padre lo hace, enseña a su hija a respetarse a sí misma y demandar un mejor comportamiento por parte de los chicos y hombres en general. Los padres entienden cómo es la mirada de los chicos, y no quieren que su hija sea vista como un objeto sexual sino como una mujer joven, inteligente y capaz.

Lejos de lo políticamente correcto, Meeker recomienda a los padres que se dejen llevar por su instinto protector e intervengan cuando piensen que una hija no viste dignamente. Le harán un favor a su hija enseñándole que su personalidad y su carácter son más importantes que lo atractiva que se muestre.

Los beneficios para una hija de tener a su padre cerca son incalculables. Tienen mayor desarrollo cognitivo y lingüístico; obtienen mejores resultados académicos; se comportan mejor; tienen una mayor autoestima; socializan con más facilidad; tienen menos tendencia a sufrir depresiones, a tener relaciones sexuales tempranas o a consumir drogas; tienen más éxito en su desempeño profesional y suelen tener matrimonios más felices.

Tomar el control de las pantallas

Si antes la principal preocupación de los padres era cómo proteger a sus hijos adolescentes del sexo, las drogas y el alcohol, ahora es cómo protegerles de las redes sociales.

Cuando las chicas entran por primera vez en Instagram, Facebook, Snapchat o TikTok, ven en las plataformas una oportunidad de expresarse y medir su popularidad. Buscan el reconocimiento constante y las redes sociales ofrecen esa aprobación. Si una chica comprueba que gusta a los demás, entonces puede quererse a sí misma. Pero resulta peligroso, porque este tipo de reconocimiento no solo es superficial, sino que es efímero. Lo mismo que reciben comentarios positivos, puede haberlos negativos, y estos pueden llegar a ser devastadores para una adolescente, generándose con frecuencia casos de cyberbullying.

Melissa Hunt, investigadora de la Universidad de Pensilvania, ha estudiado el efecto de un menor uso de las redes sociales entre chicas jóvenes, y encontró una clara correlación con la disminución de las depresiones. Es importante que los padres entiendan que esta vinculación es real. Para disminuir el riesgo de depresión de un modo significativo, Meeker recomienda a los padres que reduzcan a treinta minutos el uso que hacen sus hijas de las redes sociales.

La constante estimulación audiovisual es insana para los niños en general y puede producir ansiedad y adicción. Los niños necesitan periodos de calma, necesitan aprender a concentrarse. Si realmente los padres quieren ayudar a sus hijos, Meeker recomienda apartarles de las pantallas y ofrecerles alternativas sin imponérselas.

Recuerda que el mejor modo de enseñarles es el ejemplo. Tristemente –dice Meeker–, muchos padres que dicen estar preocupados porque sus hijas sean fuertes frente a la presión de sus compañeras, a la menor oportunidad les dan un teléfono con al argumento de que todas sus amigas lo tienen. Le puedes facilitar un teléfono a tu hija cuando realmente lo necesita, pero no cuando ella lo quiere.

El buen feminismo frente al feminismo tóxico

Meeker analiza el movimiento feminista desde su experiencia personal y señala que debería dar un paso atrás en su evolución: volver al tiempo en el que su lucha se centraba fundamentalmente en la igualdad de oportunidades, y no como ahora que lucha por cambiar incluso la realidad biológica de las personas.

El menor uso de las redes sociales por parte de las chicas está correlacionado con una frecuencia más baja de depresiones

Meeker señala que frente al movimiento feminista tóxico que hace creer a la mujer que la mitad de las personas que habitan el mundo son detestables, hay una versión del feminismo que sí tiene sentido. Los padres pueden enseñar a sus hijas a ser fuertes y trabajar duro para desarrollar sus talentos y su carácter de la mejor manera posible a través de las virtudes; y ayudarles a entender la feminidad como algo bello y positivo. Hacerles ver que, como mujeres, tienen una gran capacidad para el amor y la compasión. Y enseñarles las maravillas y las responsabilidades que supone decidir ser madres.

El equilibrio entre la alimentación y la imagen

Aunque los trastornos alimentarios que puede sufrir una niña tienen habitualmente su origen en factores genéticos y psicológicos, también hay factores culturales que influyen al respecto. Si antes las niñas aspiraban a ser como sus madres, ahora aspiran a emular los estilos de vida de las celebridades e influencers.

El problema se agrava cuando las madres adoptan también este comportamiento adolescente, orgullosas de vestir como sus hijas, de participar en sus conversaciones y de compartir el mismo tipo de contenido en las redes sociales.

Para ayudar a nuestras hijas a encontrar el equilibrio correcto entre la alimentación y la imagen, los padres deben prestar más atención a lo que ven y oyen. Para ello, Meeker recomienda limitar el uso de las redes sociales, cuidar el lenguaje que se utiliza en casa. Una madre no puede estar todo el día diciendo que sueña con estar tan delgada como tal o cual amiga, etc. Es necesario ser ordenados en las comidas: con los horarios, los platos y lo que se come.

Arraigar su fe en Dios

Meeker afirma que en los últimos quince años ha sido testigo de un cambio de actitud vital, moral y con respecto a Dios de muchos jóvenes. Se afirma con frecuencia que los jóvenes viven muy centrados en sí mismos, no están interesados en trabajar y tampoco en la religión. Pero Meeker confiesa que, a través de múltiples conversaciones, ha podido comprobar cómo muchos jóvenes están comprometidos con la búsqueda de la verdad. Muchos han abandonado la religión porque la percibían como algo superficial –a su edad los comportamientos incoherentes les hacen más mella–, pero su búsqueda profunda de la verdad puede terminar por hacer arraigar mejor su fe.

Estar más cerca de Dios suele mantener a salvo a las hijas de los problemas con los que las personas de su generación se encuentran. Para que una hija pueda alcanzar el verdadero éxito importa primero que sepa en qué consiste: ser la mejor persona que se puede llegar a ser, según las propias capacidades. Probablemente, estar cerca de Dios le ayudará a lograrlo. Y eso le facilitará además identificar cuál es su propósito y vocación, ya sea llegar a CEO de una gran empresa, enfermera, o ama de casa. El verdadero éxito de una vida radica en hacer de la mejor manera posible aquello para lo que crees haber nacido.

Una sexualidad sana

Según Meeker, uno de los principales problemas de los jóvenes con respecto a su sexualidad es que la sociedad les transmite contantemente que es la parte más importante de su personalidad y define quiénes son. Pero eso no es verdad. La parte más importante de nuestra identidad es que somos seres humanos con un valor intrínseco.

Los adolescentes están más dispuestos a posponer su actividad sexual si tienen padres que mantienen con ellos conversaciones abiertas y honestas sobre el sexo y su desarrollo sexual. A muchos padres les puede parecer incómodo, pero es fundamental para el correcto desarrollo de los hijos. Meeker comparte con sus lectores su programa “How to have the Talk”, en el que explica cómo preparar esas conversaciones. En España, un equivalente es el curso “Aprendamos a amar”, organizado por el Instituto Desarrollo y Persona de la Universidad Francisco de Vitoria (ver Aceprensa, 8-03-2017).

Los adolescentes retrasan la iniciación sexual si tienen con sus padres conversaciones abiertas sobre el sexo

Cómo ayudar a nuestras hijas a forjar su personalidad

POR ÁLVARO LUCAS PARA ACEPRENSA

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