DEL CAMPO A LA MESA, PASANDO POR BRUSELAS

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Bruselas.— Conjugar los intereses de los productores, ganaderos y agricultores, con las necesidades de los consumidores, manteniendo un mercado competitivo y a la vez hacer frente a los desafíos climáticos y medioambientales. Esta es la cuadratura del círculo a la que se enfrenta la nueva Política Agrícola Común (PAC), las normas que regirán el campo europeo entre 2023 y 2027.

Tanto el Consejo de ministros de Agricultura de la UE como el Parlamento Europeo han adoptado una posición que ahora debe negociarse en paralelo con la Comisión Europea (CE). Si no hay muchos contratiempos durante la negociación, la idea es llegar a un acuerdo a principios del año que viene.

El mercado más grande del mundo

La UE es el mayor importador y exportador mundial de productos agroalimentarios y el mayor mercado de alimentos marinos del mundo.

Antes de que existiera la PAC, la política agrícola de los Estados miembros estaba fuertemente regulada por la intervención de los gobiernos, algo incompatible con el mercado común. Sin embargo, la fuerte volatilidad de los precios, ligada a las diferencias entre la oferta y la demanda, creaba inestabilidad en el sector, y la PAC se creó en parte para regular los mercados agrícolas y mantener al mismo tiempo los ingresos de los productores. Parte de la filosofía de estas ayudas es compensar a los agricultores por el trabajo que el precio de los productos que comercializan no refleja. Es decir, a veces producen con un alto coste no reflejado en el precio que paga el consumidor.

La PAC se divide, desde su inicio en 1962, en tres grandes bloques: las ayudas directas a las explotaciones, la política de desarrollo rural y las medidas de intervención en los mercados, por ejemplo, cuando se produce una caída repentina de precios en un sector por el exceso de oferta. Otras veces, un país no consume o exporta todo lo que es capaz de producir –así ha ocurrido en el campo español con el aceite de oliva–: entonces, la UE paga a los agricultores para que cuiden y mantengan la tierra, no para que produzcan.

“La PAC es una historia de éxito que permite proporcionar a los consumidores alimentos seguros y a precios moderados”

Según explican fuentes del Parlamento Europeo a Aceprensa, “la PAC ha permitido ser competitivos, modernizar toda la actividad agraria, conseguir estándares de calidad que no hay en ningún parte del mundo, ofrecer productos de muy alta calidad a un precio razonable al productor”.

Una opinión que comparten también en COPA-COGECA, la entidad que engloba a las asociaciones y cooperativas agrarias: “La PAC es una historia de éxito que permite proporcionar a los consumidores alimentos seguros y a precios moderados, incluso en tiempos de crisis. Este es un hecho que nunca debería darse por sentado”.

Una PAC más verde

Las nuevas reglas que están sobre la mesa y se negociarán en los próximos meses entre las tres instituciones europeas –Consejo, Comisión y Parlamento– mantienen los mismos objetivos de los últimos años; apoyar a los agricultores y mejorar la productividad agrícola garantizando un suministro estable de alimentos.

No hay que olvidar que la agricultura se diferencia de los demás sectores porque depende de factores sumamente alterables, como el clima o la demanda cambiante de los consumidores, y además su actividad ejerce un impacto considerable en el medio ambiente. Todo ello repercute en los ingresos de los agricultores, que pueden ser hasta un 40% menos que en el resto de los sectores, según la CE.

La PAC del futuro mantiene la misma filosofía de apoyar a los productores, pero además pretende ayudar a los agricultores europeos a hacer frente a los actuales desafíos climáticos y a proteger el medioambiente en línea con los objetivos de la CE identificados en la estrategia del Pacto Verde, la hoja de ruta para dotar a la UE de una economía sostenible. Es decir, se trata de mantener los niveles de calidad y productividad, pero “ecologizando” la política agraria. A ello se quiere dedicar hasta un 40% del presupuesto de la PAC, según la propia CE.

Todos estos objetivos son en mayor o menor medida asumidos por todas las partes. Hay un amplio consenso en que la agricultura es parte esencial en la consecución de un planeta más verde. El problema, como siempre, son los recursos, además de los interrogantes que se abren sobre su aplicación y sus consecuencias: cómo se adaptarán los agricultores europeos a esa nueva política, qué impacto tendrá en las explotaciones agrarias, si aumentarán los precios del producto final. Para los más reacios, las asociaciones y partidos ecologistas, la PAC supone una pérdida de la biodiversidad y una sobreexplotación de los recursos. Las medidas para proteger el medio ambiente no son suficientes, dicen.

La propuesta del Consejo, adoptada recientemente por los ministros de Agricultura, incluye que el 20% de las ayudas directas a los agricultores se destine a los ecoesquemas, un nuevo instrumento con el que se quiere incentivar las práctias agrícolas y ganaderas más eco-friendly. Cada país tendrá que definir después qué condiciones se tienen que cumplir para recibir el pago por ecoesquema. También queda por decidir su obligatoriedad o su condicionalidad.

Del campo a la mesa, pasando por Bruselas

POR CONCHA LOZANO PARA ACEPRENSA

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