Leyes antifamilia y políticos incoherentes

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En la Asamblea de Madrid se acaba de aprobar una ley de supuesta “No discriminación LGTBI” pero que en realidad es otorgar privilegios al mundo homosexual.

Por Daniel Arasa

La Comunidad Valenciana ha derogado la ley de protección a la maternidad que había aprobado el anterior gobierno en el año 2009. Un paso más de los actuales gobernantes –PSOE con podemistas en sus diversas franquicias- no sólo dirigido a hacer tabla rasa de lo que hicieron los anteriores sino a eliminar o erosionar el máximo la familia y cuanto ella significa para potenciar cualesquiera otras fórmulas de agrupamiento humano, así como ir contra algo tan esencial y urgente como el favorecer la natalidad.

En la Asamblea de Madrid se acaba de aprobar una ley de supuesta “No discriminación LGTBI” pero que en realidad es otorgar privilegios al mundo homosexual en todas sus variantes: gays, lesbianas, Trans, Bisexuales e Intersexuales. No es una ley para evitar discriminación de estas personas, que es justo que así fuera, sino de claro privilegio de aquellos colectivos y una imposición totalitaria del imperio gay a todos los demás. Es una más de las leyes aprobadas ya en línea similar en otras comunidades, que vulnera los derechos de muchas otras personas, entre ellos el de que los padres puedan elegir la educación para sus hijos, que los ciudadanos puedan expresar sus criterios sobre sexualidad si no coinciden con las del mundo homosexual, o que desaparezca la presunción de inocencia en determinados litigios, hasta el punto de que, en contra de cualquier principio y praxis en un estado de derecho, si alguien del colectivo gay acusa a otra persona de algo que pueda considerar discriminación debe ser esta última quien ha de probar su inocencia en lugar de ser aquel quien demuestre el origen y gravedad de la falta. Sólo un par de diputados autonómicos del Partido Popular, David Pérez y Luis Peral, tuvieron la valentía de decir “no” a esta barbaridad, pero el resto de diputados de su partido, así como la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, la apoyaron.

La Asamblea de Madrid ha aprobado también estos días una ley para impedir sacrificar animales domésticos. Aunque esta última tiene aspectos positivos, es de orden distinto y no tiene el calado y la afectación a la persona humana de las antes citadas, su misma existencia es profundamente significativa. Amar y respetar a los animales es bueno, pero se da una evidencia práctica: la mayoría de aquellos que proyectan tanto amor a los animales normalmente les queda poco para las personas. Haga el lector las siguientes comprobaciones empíricas. Quienes se vuelcan mucho hacia los animales domésticos acostumbran a tener pocos hijos, y la mayoría de los animalistas son abortistas ¡de los seres humanos!

Podría citar otras leyes más pero me limito a lo inmediato en España. Son muestras del erial ético que muestra el panorama político español. La miseria no se reduce al espectáculo que están dando los partidos ante la urgencia de formar Gobierno, demostrando mucho más interés personal o partidista que tener la mirada en el bien común del país.

Yendo al fondo de todas aquellas iniciativas legislativas y otras se percibe un vacío de principios sólidos sobre la dignidad de la persona. Y, avanzando hasta un poco más allá, de sentido cristiano.

Con toda seguridad bastantes de los diputados que han votado a favor de algunas de aquellas leyes y otras similares se consideran católicos, pero lo han olvidado a la hora de actuar consecuentemente. Han dejado la chaqueta de cristiano en la puerta de la Cámara. No formaba parte intrínseca de su vida. Era o es un añadido de quita y pon.

En paralelo, y como fundamento previo, lo mismo ocurre con la generalidad de los ciudadanos. Aun habiendo bajado en los últimos años el número de personas que se consideran católicas en España, aproximadamente el 70 por ciento siguen declarando serlo. Y, sin embargo, a la hora de votar en las elecciones, una parte muy importante no pone en la balanza de su decisión conceptos básicos como la posición de los partidos sobre el aborto y el respeto a la vida, la familia, el derecho a que los padres puedan elegir para sus hijos el tipo de educación que consideren adecuada en temas morales y religiosos, el respeto a la libertad religiosa, la corrupción… No son los únicos ingredientes que un votante debe tener en cuenta, pero estos, también, y no como un detalle menor o colateral.

Algo fundamental ha fallado en la formación. No solo espiritual, sino también humana. A estas personas ni les han quedado claras las ideas sobre lo que es verdaderamente importante, ni han forjado su voluntad para actuar con coherencia con sus principios, quizás a costa de no tener unas prebendas, o no acceder a un acta de diputado, o enfrentarte con el portavoz de su grupo parlamentario. A partir de ahí tenemos una política éticamente minusválida.

Por Daniel Arasa

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