Nuestro candidato en las elecciones municipales de Bilbao fue entrevistado por el diario “el mundo” en su edición del País Vasco. La reproducimos.
Los últimos domingos de septiembre, a Urko de Azumendi Beistegui Gobeo Azcárate Iturrarán Ugalde sus padres lo llevaban al Alderdi Eguna. Criado en una ikastola y nieto de gudaris de la Guerra Civil -el materno, Juan Beistegui, dirigente del PNV hasta la democracia-, nadie diría que se presenta como candidato a la alcaldía de Bilbao con la coalición que han sellado Vox, el partido de la unidad de España, y su pequeña formación, Familia y Vida.
Pero sí. Urko de Azumendi, de 39 años, se dice «de derechas», «católico» y «sin complejos». Y llama a los suyos a salir del armario ideológico cuando, sentado junto a EL MUNDO en un taburete alto del Café Iruña, se va soltando. De la quinta de Pablo Iglesias pero con pantalón de pana beige, camisa de cuadros, alianza y paraguas clásico, se revuelve contra el estigma. En Getxo, donde creen tener asegurada la representación, «los de Podemos» les quitan los carteles por la noche. «Yo sé que es una candidatura que mancha. Nos llaman fachas, franquistas… ¿A mí qué me van a decir del franquismo si a mi abuelo Franco lo condenó a muerte, aunque luego le conmutó la pena?».
Nació en 1976 en Baiona. Su madre, que había conocido a su padre dándole clases de euskera en los 60, «iba a parir a Francia» para darles a sus hijos la doble nacionalidad. Pasó por un buen colegio caro y religioso, Munabe, antes de acabar Historia del Arte en la UNED. Mamó nacionalismo y cambió «a los 14 o 15 años».
-¿Por qué deja uno de ser nacionalista?
-Yo vivía al lado del Gobierno Civil [en el centro de Bilbao] y desde casa veía muchos féretros y muchos funerales [de víctimas de ETA]. Era un drama oculto. Ves que hay personas que viven a tu lado, con uniforme o sin uniforme, que son asesinados, y ves que eso no encaja con el día a día, en el que no se habla de eso. En casa no hay tampoco una manera clara de explicarlo, desde un nacionalismo absolutamente razonable… Eso me abrió los ojos.
El salto lo dio hace un año y medio, compaginando su trabajo -en el departamento de compras de la multinacional embotelladora de aceite Deloleo en Madrid- con la política. Algo necesario, porque, dice, «nadie» defiende dos ideas básicas: «La familia y la vida».
La familia: como la suya -está casado con una maestra y tiene dos hijos con los que vive en el nuevo barrio de Miribilla-, la «formada por la unión entre hombre y mujer» que debe ser «protegida por el Estado» para garantizar que España tenga niños, y pensiones. ¿Los homosexuales? «A mí me da igual con quién viva cada uno. Pero el Estado no debe promoverlo, es una decisión que la sociedad debe tomar egoístamente». La vida: no rotundo al aborto, a la eutanasia «y a la pena de muerte», pone en un folleto en el que un matrimonio, sus tres hijos y dos abuelos saltan felices de la mano por una pradera.
«Nadie propone eliminar las autonomías, prohibir el aborto abominable, reducir al mínimo los impuestos», afirma este indignado a la derecha del PP, que observa con incomodidad cómo España está virando a la izquierda. «El Gobierno de Rajoy está en las posiciones de Felipe González cuando era presidente. El PNV es un partido abiertamente abortista», dice rápido, no muy alto, pero con decisión.
En Bilbao, el gobierno nacionalista ha ido subiendo año a año las tasas más de un 2%, hasta congelarlas en 2015, denuncia. «¡El dinero tiene que estar en el bolsillo de los ciudadanos!». La lista de agravios sigue: «La OTA, las multas y los radares… ¿Por qué tengo que pagar al Ayuntamiento para hacer una miniobra en mi casa?».
Otra de sus banderas es la del foralismo. No hay nadie «tan vizcaíno» como él. Lo que no tiene claro es «el concepto de vasco como autonomía». Euskadi es «un ente artificial carísimo». No debería haber nada entre las Diputaciones -las tres vascas y la Navarra, con la que el nexo histórico es innegable, apunta- y «la nación». Demasiadas autonomías, demasiadas leyes. ¿El Concierto Económico? De momento, lo apoya, aunque Europa obligará a discutirlo.
Lee novela negra (Fred Vargas, Ian Rankin) y sobre religión. Su favorito, Cómo ir a misa y no perder la fe. De misa diaria, niega con la cabeza cuando se le pregunta si es del Opus Dei. «Afortunadamente, no todos los católicos lo somos, aunque tengo amigos».
Invita al café -él no ha pedido nada; aún digiere su cena de empresa en un tres estrellas Michelin- y accede, amable, a hacerse la foto. Aunque sea en un día de perros, y con el viento en contra.
Cada vez más personas, como Urko, somos conscientes de que nada, absolutamente nada, es más importante que la famiia natural, la maternidad, la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Y que al margen de estos principios o valores innegociables no se puede hablar de justicia y bienestar social, por mucho que nos lo repitan algunos partidos que se auto proclaman como sus defensores. Y tenemos claro que por mucho que cambien las caras de sus dirigentes, sus prácticas van a seguir impidiendo la regeneración de cada rincón de nuestras regiones y país.