El drama de los refugiados que llegan a Europa muestra una de las caras trágicas de unas guerras que asolan Siria, Irak, Afganistán y otros países, así como la miseria en que se vive en muchos territorios. Europa está demostrando con su actitud hostil y mercantilista que ha perdido gran parte de sus raíces y esencias cristianas y que incluso margina en la práctica los principios de libertad, igualdad y fraternidad que asumió de la Ilustración. Tampoco conserva el espíritu generoso de aquellos “padres de Europa” que quisieron dar el gran salto tras la Segunda Guerra Mundial, Robert Schuman, Jean Monnet, Alcide de Gasperi, Konrad Adenauer y otros. Europa es solo una sombra de sí misma. Su caída va mucho más allá de algunas discrepancias en la forma de entender la Unión Europea, de si ha de haber una Europa de dos o más velocidades o de las crisis del euro. Fue pionera en muchos campos, aun va por delante en no pocos, pero muestra a diario en no pocos aspectos que tiene el alma enferma.
Un país que forma parte de Europa y vinculado a ella, pero al que da la espalda, es Ucrania. Ésta atraviesa en los últimos tiempos una difícil coyuntura derivada de un conflicto que ha provocado que la miseria se haya enseñoreado de buena parte del país. De ello, políticos y medios de comunicación occidentales hablan muy poco. Ha tenido que ser el Papa Francisco quien dé en los últimos meses la voz de alarma, hasta el punto que ha decidido que la colecta de todas las iglesias católicas de Europa del domingo 24 de abril se destine a ayudar a Ucrania, instando a las familias a ser generosas.
El Papa saca a Ucrania del pozo del silencio. Su conflicto –ciertamente muy mal orientado y gestionado desde el interior de Ucrania, incluidos de forma especial los prooccidentales- ha causado 10.000 muertos y 20.000 heridos; 1,6 millones de desplazados internos; cientos de personas muertas o heridas por las minas terrestres; 3,7 millones de ciudadanos directamente afectados por el conflicto; 1,1 millones sufren inseguridad alimentaria, 2,9 millones no tienen acceso regular a agua potable; 500.000 niños están en riesgo de sufrir polio; 140.000 sufren malnutrición. Son datos de instituciones católicas como Manos Unidas, Ayuda a la Iglesia Necesitada, Cáritas o la Conferencia Episcopal Española.
Aunque no sea más que por una coincidencia que resitúa en momentos trágicos de un país, se cumplen 30 años del accidente nuclear de Chernobyl, que junto al de Fukushima, en Japón, es el más grave de los sucedidos en plantas nucleares. Aquel 26 de abril de 1986 queda como una de las mayores catástrofes medioambientales de la historia. Todavía son muchas las personas que en Ucrania y Bielorrusia sufren las secuelas.
Una iniciativa catalana
No nace ahora, pero sigue viva, una iniciativa dirigida a acoger temporalmente a niños ucranianos en Cataluña. Está en consonancia con la llamada del Papa y merece la pena ponerla sobre la mesa. Su promotor principal ha sido el profesor Rafael Moreno, y en las actuaciones de acogida y soporte han participado entidades como FANOC, GEC y Acció Familiar, estando en estos momentos y desde fecha reciente bajo el paraguas de “Coopera”, ONG para el Desarrollo.
La iniciativa nació en 2002 y ha consistido de forma especial en que niños ucranianos de orfanatos y de familias muy pobres o en situación de precariedad se desplacen gratuitamente en verano a Cataluña, sean acogidos un mes por familias y realicen unas jornadas de convivencia o campamento.
A lo largo de casi tres lustros han ido viniendo niños y jóvenes durante los veranos. El mayor número de los muchachos corresponde al orfanato de Zhuravno, en la zona de Lviv, pero también los ha habido de los Chernovograd, Borispol o Zgurivka. Muchas de las familias acogedoras afirman que han recibido más de lo que han dado al atenderles, incluso como ejemplo para sus propios hijos al ver la generosidad de los padres o darse cuenta en directo que hay niños que carecen de casi todo.
Esta iniciativa se puso en marcha ante una Ucrania que ya era pobre tras el final del sistema soviético. Los avatares recientes han empeorado la situación. Por ello mismo tiene especial sentido la llamada del Papa, y da un mayor valor a iniciativas como la citada, que está abierta a todas las colaboraciones de familias acogedoras o de quienes presten su apoyo.