Al malestar que cristalizó la pasada década en una crisis de representación, hoy se suma una frustración de distinto signo: el cansancio con el maniqueísmo polarizador. Lo sugiere un informe de la organización More in Common, según el cual la mayoría de los británicos quiere dejar atrás la dialéctica “ellos contra nosotros” y avanzar hacia algo distinto. La experiencia del Reino Unido sirve para otros países.
Después de más de tres años de negociaciones sobre el Brexit, dos elecciones anticipadas y dos líderes tan carismáticos como electrizantes (Jeremy Corbyn y Boris Johnson), los británicos tienen motivos para estar exhaustos de la política. La buena noticia de Britain’s Choice es que 7 de cada 10 desean que las discrepancias ideológicas dejen de traducirse en divisiones irreconciliables.
Para los autores del informe, una de las fuerzas que vuelven tóxicas esas diferencias es la tendencia a plantear los debates sociales como una elección entre solo dos posturas. En vez de presentar al Reino Unido como un país partido por la mitad (izquierda-derecha, ricos-pobres, opresores-oprimidos…), distinguen hasta 7 tribus sociales en función de los valores y actitudes que informan su visión del mundo, como hizo la misma organización en un informe anterior sobre Estados Unidos, Hidden Tribes.
Con este enfoque, pretenden relativizar ciertas divisiones que parecen insalvables, pero que en realidad no son tan profundas. Por ejemplo, solo el 23% de los británicos se definen con entusiasmo como de izquierdas o de derechas; la gran mayoría cree que esas categorías no sirven de mucho. Votar al Partido Laborista o al Conservador tampoco es tan decisivo: solo el 32% declara que su apoyo a un partido es importante para su identidad, en contraste con lo que ocurre en EE.UU., donde un 67% sí lo considera relevante.
Es verdad que el Brexit ha traído una nueva fractura social, más decisiva que la división izquierda-derecha. Y que definirse como Remainer (partidario de quedarse en la UE) o Leaver (favorable a abandonarla) sí que ha llegado a ser un marcador identitario fuerte. Pero, incluso en este caso, los investigadores se muestran optimistas: según los testimonios de los más de 10.000 encuestados, la pandemia ha servido a muchos para descubrir una sociedad “más amable, atenta y preocupada por los demás” de lo que imaginaban. La esperanza de More in Common es que este chute de humanidad tire para arriba del país.
Falsas dicotomías
La distribución de la sociedad en 7 tribus también sirve para mostrar lo que tienen en común personas aparentemente en las antípodas. Lo relevante ya no es la diferencia en un solo tema (a favor o en contra del Brexit), sino los consensos entrecruzados que pueden surgir entre los grupos en función de cada asunto.
Por ejemplo, el respeto a las instituciones inquieta sobre todo a los “liberales acomodados” (proRemain), a los “conservadores sólidos” (proLeave) y a los “pragmáticos cívicos” (proRemain). Estos últimos también se muestran preocupados por la desigualdad, como los “progresistas activistas” (proRemain) y los “nacionalistas leales” (proLeave).
Este enfoque permite superar divisiones ideológicas demasiado rígidas. El “terreno común” no es buscar un punto intermedio entre dos posturas en conflicto, sino avanzar en cuestiones que ilusionan o preocupan a muchos. Tampoco es relativismo ni equidistancia, sino realismo puro y duro: los millones de votantes de un partido no son un bloque monolítico, con opiniones intercambiables sobre cada tema. Otra cosa es que “la lealtad a un clan” de la que habla Carolin Emcke nos tiente a todos.
En las 7 tribus son mayoría los que declaran sentirse “orgullosos de los avances en igualdad entre hombres y mujeres”
Para esta periodista y filósofa alemana, uno de los efectos más nocivos de las falsas dicotomías es que “restringen fatalmente el espacio de los debates políticos”, a fuerza de insinuar “que hay que elegir por fuerza entre opciones mutuamente excluyentes que, en realidad, no se excluyen en absoluto”. Son “trampas imaginarias”, “patrones de pensamiento [que] nos confunden al presionarnos para que elijamos entre dos variantes que no nos convencen, o que ni siquiera son variantes”.
Matizar ayuda a ver
Frente al maniqueísmo que ve la realidad en blanco y negro, el estudio usa la imagen del caleidoscopio para mostrar cómo percibe el mundo la gente: a medida que gira el tubo, “los fragmentos de vidrio coloreados se recomponen y reagrupan en diferentes formas. También los distintos grupos sociales se alinean de diferentes maneras según un tema u otro”.
La complejidad por la que aboga More in Common ayuda a calibrar mejor dónde se sitúa la sociedad en determinados debates. Por ejemplo, en las 7 tribus son mayoría (del 70% para arriba) los que declaran sentirse “orgullosos de los avances en igualdad entre hombres y mujeres”. Esto es un retrato de la sociedad muy distinto al que pintan quienes enfrentan a una izquierda feminista con una derecha machista, como hicieron en EE.UU. los demócratas al presentar a los republicanos embarcados en una “guerra contra las mujeres”.
El informe, de casi 300 páginas, es demasiado feel-good como para bajar a detalles concretos en algunos debates. Pero acierta en lo esencial, y sigue la estela de otras iniciativas que optan por complicar las narrativas como un modo de rebajar la polarización. Justo lo contrario de la facilidad que venden las falsas dicotomías, siempre dispuestas a eliminar –en palabras de Emcke– “las ambivalencias incómodas, las laboriosas precisiones, los cuestionamientos minuciosos”.
POR JUAN MESEGUER PARA ACEPRENSA