El matrimonio, considerado como una unión legalmente aprobada entre un hombre y una mujer, tiene un papel vital en la preservación del bien común y en el fomento del bienestar de los hijos.
En casi todas las sociedades, la institución del matrimonio proporciona un orden y un significado a las relaciones sexuales adultas y, sobre todo, crea el contexto ideal para engendrar y educar a los niños. El buen estado del matrimonio es especialmente importante en una sociedad libre como la nuestra, que depende de sus ciudadanos para gobernar sus vidas privadas y educar a sus hijos de forma responsable, de modo que la importancia y el poder del Estado se mantengan al nivel mínimo necesario necesario. El matrimonio es también una fuente importante de capital social, humano y financiero para los hijos, especialmente para los que crecen en comunidades pobres y desfavorecidas, y sin un acceso fácil a otras fuentes de este capital. Así, desde el punto de vista de los cónyuges, hijos, sociedad y sistema político, el matrimonio fomenta el interés público.
Pero durante los últimos cuarenta años, el matrimonio y la familia se han encontrado cada vez más bajo la presión del Estado, la economía y la sociedad moderna. La ley de divorcio, en la mayor parte de los países del mundo occidental, ha facilitado el divorcio unilateral, por lo que los matrimonios pueden terminar de una forma fácil y efectiva cuando lo desee una de las dos partes. Los cambios en los hábitos sexuales han hecho que los hijos ilegítimos y la cohabitación sean rasgos centrales de nuestro panorama social. Las producciones de cine y de la televisión se muestran a menudo indiferentes, por no decir hostiles, a las normas que hacen que la vida familiar siga siendo decente. Las nuevas tecnologías médicas han hecho que sea más fácil para las madres solteras y para las parejas del mismo sexo tener hijos no sólo fuera del matrimonio, sino incluso sin que haya ningún acto sexual. Todo esto ha contribuido a que el matrimonio esté perdiendo su rango prominente como institución social que dirige y organiza la reproducción, la educación de los hijos y la vida adulta. (Steven L. Nock, “Marriage as a Public Issue”, The Future of Childre, 15, 2005, págs. 13-32)
El rechazo de Occidente al matrimonio ha sido trascendental, especialmente para las comunidades más vulnerables de nuestra sociedad. Los nacimientos fuera del matrimonio, el divorcio y las madres solteras son mucho más habituales entre las familias con ingresos bajos.
Las más recientes investigaciones científicas sobre el matrimonio indican que las minorías y los pobres pagan un precio muy alto y desproporcionado cuando el matrimonio declina en sus comunidades, lo que significa que el fracaso familiar aumenta el sufrimiento entre los ciudadanos que más sufren. (W. Bradford Wilcox et al., “WhyMarriage Matters”, 2ª ed., Twenty-Six Conclusions from the Social Sciences, Institute for American Values, Nueva York. Lorraine Blackman, Obie Clayton, Norval Glenn, Linda Malone-Colon y Alex Roberts, “The Consequences of Marriage for African Americans: A Comprehensive Literature Review”, Institute for American Values, Nueva York, 2005)
La respuesta de los defensores del matrimonio a esta crisis todavía no ha influido mucho en la sociedad, aunque a menudo han alcanzado cierto éxito en las urnas (por ejemplo, en Estados Unidos). En la mayoría de los casos, los que han buscado deliberadamente redefinir el significado del matrimonio o restar importancia a su gran valor, son los que han sabido argumentar sus ideas de una manera más eficaz. A menudo, la sociedad no recapacita sobre el matrimonio o no lo hace suficientemente. Hoy día, las llamadas a la tradición raramente representan un elemento decisivo dentro del contexto de Occidente, especialmente entre aquellos que creen que los individuos deben escoger sus propios valores, en lugar de hacer caso a la sabiduría y costumbres de generaciones anteriores. Las llamadas de las religiones, aunque sean importantes en la vida de muchos individuos y familias, no llegan a todos en una sociedad que recorta el papel de las instituciones religiosas en la vida pública. Las llamadas a los sentimientos de las personas se rechazan con facilidad por considerarse llamadas al prejuicio, que valora injustamente el “estilo de vida” de los demás. Y en una sociedad cuya moral se ha formado en la lucha por reproducir el prejuicio racial y promover la igualdad de derechos, estas llamadas no solo han fracasado y no han persuadido a la población, sino que también parecen ser señal de mala fe.
En este contexto, creemos que se requiere con urgencia la celebración de un debate a nivel intelectual sobre el ideal del matrimonio, con argumentos que lo defiendan, que sean comprensibles al público, utilizando la gran variedad de pruebas científicas sociales y la reflexión racional. No sólo está en juego el valor del matrimonio en sí, sino las razones de por qué la sociedad tiene un profundo interés en entender el matrimonio a través de normas sociales. El matrimonio se encuentra ante un ataque conceptual en las comunidades universitarias y en otros centros intelectuales de gran influencia. Defender el matrimonio implica responder a estos ataques, valorar sus argumentos y corregirlos si es necesario. Estamos convencidos de que el debate sobre el matrimonio puede ganarse apelando a la razón. Los principios que se citan más adelante, las pruebas y los argumentos que los respaldan, están destinados a crear una opinión favorable sobre el matrimonio.
Somos conscientes, por supuesto, de que el debate sobre la normativa del matrimonio en nuestra sociedad adquiere necesariamente un matiz emocional. A todo el mundo le importa este aspecto de su vida personal, y estamos de acuerdo con los críticos del matrimonio en que algunas cuestiones están en juego, como la de la identidad sexual, la de la igualdad de género y la de la felicidad personal. En cuanto a las leyes del matrimonio, no planteamos el supuesto de que todas las personas tengan que estar casadas o que el matrimonio y la familia sean las únicas fuentes de bienestar en sus vidas. Tampoco deseamos negar ni restar importancia a la obligación de la sociedad de cuidar del bienestar de todos los niños, sin reparar en la familia a la que pertenecen.
Aun así, pensamos que, precisamente como profesores universitarios y pensando en nuestros alumnos, debemos redactar este comunicado, ya que el matrimonio es sobre todo una elección que deben tomar los jóvenes. Ellos necesitan argumentos para contrarrestar las ideas dominantes que hoy en día acusan al matrimonio de injusto e indeseable, y necesitan saber qué es el matrimonio para poder mantener sus propios matrimonios y educar a sus hijos. Como ocurría en las culturas anteriores, una pareja casada constituye la base para establecer un modelo de reproducción y de educación, que todavía es necesario en una sociedad grande, moderna y democrática. Nuestros principios constituyen un resumen del valor de la vida matrimonial y familiar que se construye a partir del matrimonio, una elección que la mayor parte de las personas quiere llevar a buen fin y que la sociedad debería aprobar y respaldar.
Matrimonio y bien común: los diez principios de Princeton.
Por Social Trends Institute, Barcelona-Enero de 2007
No defender la Familia natural, y principalmente la constituida por el matrimonio entre hombre y mujer, nos lleva a perder las señas de identidad y a permitir la decadencia social y política que termina con la cultura de cualquier pueblo, país, época.