En los últimos cuarenta años, la sociedad ha realizado un profundo experimento sobre la familia, y sus resultados están saliendo a la luz gracias a las investigaciones científicas. Como ninguno de los estudios es definitivo, y hay aspectos suficientes para debatir sobre las consecuencias particulares del matrimonio, la evidencia empírica demuestra con claridad que las familias formadas por personas casadas que no se han roto son mejores, para los adultos y en especial para los niños, que las de las familias alternativas. En la actualidad existen muchos estudios en las ciencias antropológicas, sociológicas, psicológicas y económicas que demuestran los beneficios empíricos del matrimonio.
En casi todas las sociedades humanas, la institución del matrimonio ha tenido y continua teniendo tres propósitos públicos importantes. Primero, el matrimonio es una institución a través de la cual las sociedades intentan organizarse para tener y educar a sus hijos. En especial, es importante asegurar que los hijos reciban el amor y el apoyo de sus progenitores. Segundo, el matrimonio orienta y proporciona orden y estabilidad a las relaciones sexuales adultas y a sus consecuencias económicas, sociales y biológicas. Tercero, el matrimonio educa cívicamente a los hombres, otorgándoles una razón de ser, normas y rango social que orientan sus vidas, alejándolos del vicio y encaminándolos hacia la virtud. El matrimonio alcanza sus finalidades múltiples tanto a través de medios sociales como biológicos, los cuales no son fáciles de imitar por ninguna de las distintas alternativas al matrimonio. Cuando el matrimonio es fuerte, tanto los niños como los adultos tienden a prosperar, cuando el matrimonio se rompe, todos los elementos de la sociedad sufren.
Matrimonio y bien común: los diez principios de Princeton.
Por Social Trends Institute, Barcelona-Enero de 2007