La educación de los hijos, su mejor herencia

Por Miriam Esteban para ForumLibertas 30 de mayo de 2024

La educación no solo implica transmitir conocimientos, sino también cultivar virtudes, habilidades y emociones en nuestros hijos.

Educar a nuestros hijos es una de las tareas más gratificantes, pero también una de las más agotadoras.

Pues tenemos delante a unas “personitas” con sus emociones, libertad y voluntad propia.

La educación no solo implica transmitir conocimientos, sino también cultivar virtudes, habilidades y emociones en nuestros hijos.

Este proceso se ve muy beneficiado si existe coherencia entre la forma de educar en casa y en el colegio, así como una comprensión profunda de las necesidades individuales de cada niño. 

Límites y autonomía

Uno de los aspectos más importantes de la educación es establecer límites adecuados mientras se fomenta la autonomía.

Los niños necesitan sentir que pueden explorar y tomar decisiones dentro de un marco seguro. Darles confianza implica permitirles cometer errores y que aprendan de ellos.

Para ello es crucial, establecer pequeños límites desde la infancia. Teniendo en cuenta que la confianza que les demos deberá crecer en proporción a su capacidad de manejar nuevas responsabilidades.

Padres sherpas frente a padres algodón

Es fundamental mostrar a los hijos amor, apoyo, abrazarlos mucho, escuchar sus preocupaciones y abrazar sus diferencias individuales. Pero sin caer en la sobreprotección, sin ser «padres algodón».

Ya que esto puede impedir que desarrollen habilidades cruciales para la vida: la sobreprotección les priva de resiliencia, fortaleza y autoconfianza.

Es decir, quitar a nuestros hijos todos y cada uno de los obstáculos o dificultades de la vida compromete el buen desarrollo emocional.

Del mismo modo, la exigencia desmesurada sin ninguna vía de escape o mediación o las expectativas demasiado altas pueden ser perjudiciales. 

Un buen «padres sherpa» es el que transmite sus conocimientos, se encarga de abrir el camino y apoya en las dificultades más grandes de la vida. Pero en realidad, es el niño el que con sus propios pies conquistará lo alto de la montaña, manejando su frustración y dominando sus deseos.

Educar en la virtud

Educar en la virtud permite dotar de una gran fortaleza tanto al niño como al conjunto de nuestras familias. Por tanto, es un  pilar fundamental.

Educar en la virtud  implica inculcar hábitos positivos que con el tiempo se  conviertan en virtudes. Sin olvidar que los valores se transmiten mucho mejor a través del ejemplo.

Cultivar la sensibilidad por lo bello y el amor por el aprendizaje

Es esencial fomentar el gusto por lo bello desde una edad temprana. Esto puede cultivarse a través de contacto con la naturaleza, música, lectura de cuentos con ilustraciones cuidadas …

Los padres tenemos muchas oportunidades para estimular su curiosidad natural y el sentido de belleza.

Es importante aprovechar cada oportunidad para promover actividades que desarrollen la creatividad, la reflexión, el amor por la lectura y el pensamiento crítico.

El valor de pertenecer a una familia

Decía san Juan Pablo II, “La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida”.

Por ello, es en el seno de la familia donde empieza la aventura del ser. Es el espacio idóneo desde el que promover la práctica de los valores y virtudes cristianas. 

Compartir momentos en familia, mantener tradiciones y recuerdos es esencial para el desarrollo emocional y social de los niños.

Desde sobremesas a excursiones, juegos, bailes, deporte… Todo tipo de actividades conjuntas que puedan fortalecer los lazos familiares y crear un sentido de pertenencia y seguridad. 

¡No lo olvidemos! De todas las magníficas herencias que podemos dejar a nuestros hijos, la educación es sin duda la más preciada y valiosa.

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