La trampa de la neutralidad: educar es siempre tomar partido

12 de maig de 2025. Por Juan Carlos Corvera para ForumLibertas.com

La neutralidad educativa es un mito que esconde una toma de partido encubierta. Este artículo analiza cómo familia y escuela, al renunciar a formar en la verdad, claudican ante una falsa idea de libertad. Educar siempre es tomar partido.

Uno de los grandes mitos contemporáneos que más daño ha hecho en la educación y la enseñanza es el de la supuesta «neutralidad».

Bajo esta bandera, las instituciones educativas estatales en ocasiones pretenden escamotear a los destinatarios de esa educación un determinado sesgo, en otras excluye por completo -algo que no tiene nada de neutral-, todo aquello que concierne a los aspectos espirituales más profundos de la vida, a los que dan respuesta las religiones.

La neutralidad educativa no existe y cuando se invoca, puede suponer en realidad, una forma encubierta de ideología.

También las familias han sucumbido muchas veces a esa corriente de “neutralidad” pensado que con ello presentan una actitud abierta y tolerante, de respeto, sobre todo en aspectos que consideran: el sentido de la existencia, el bien y el mal, la verdad, la fe.

Pero toda educación, toda, por definición, transmite en mayor o menor medida una visión del mundo y del ser humano.

La neutralidad en la familia: una renuncia disfrazada de libertad

En el ámbito familiar, esta falsa neutralidad se manifiesta con especial claridad en algunos padres que, a pesar de identificarse como creyentes, renuncian a educar a sus hijos en la fe.

El argumento suele ser el mismo: «ya elegirá él cuando sea mayor». Esta frase, tan común como equívoca, esconde una profunda contradicción.

Porque esos mismos padres no adoptan esa actitud en otras dimensiones de la vida. No dicen «ya elegirá él si quiere ir al colegio»«ya decidirá si se lava los dientes», o «que coma lo que quiera, yo no le voy a imponer una dieta equilibrada».

En todos los aspectos fundamentales —la salud, la educación académica, la formación en hábitos, la vida espiritual— los padres tomamos decisiones constantemente por nuestros hijos pequeños, buscando lo mejor para ellos.

Pero cuando se trata de transmitirles la fe, que da sentido a todo lo demás, se repliegan en una supuesta neutralidad que no es otra cosa que una claudicación.

Como en todos los demás aspectos de su educación, educar en la fe no es imponer, es proponer con convicción, vivir con coherencia y acompañar con amor.

El niño no puede elegir lo que no conoce. Si no le abrimos al conocimiento del deporte, de la naturaleza, de las artes, las culturas, no podrán elegir cuando sean mayores, sencillamente porque nadie elige lo que no conoce.

Si no mostramos el rostro de Cristo a nuestros hijos desde pequeños, difícilmente podrán elegirlo cuando sea mayores.

Como dijo Benedicto XVI: «Quien ha encontrado a Cristo no puede tenerlo solo para sí, debe anunciarlo.» ¿Cómo entonces negárselo a nuestros hijos?

La escuela y el mito del educador neutral

El mismo engaño afecta a la escuela. En nombre de una supuesta imparcialidad, se ha promovido un modelo educativo en el que todo valor es sospechoso de adoctrinamiento, y toda verdad es relativa.

Sin embargo, esta neutralidad es una quimera. La enseñanza siempre es personal. El maestro o profesor, por más que pretenda esconderse tras los contenidos académicos, es siempre un testigo.

Su manera de enseñar, su lenguaje, su actitud ante la vida, su relación con los alumnos, todo les comunica una visión del hombre y del mundo.

Un profesor no es un mero transmisor aséptico de información. Es un formador de personas. Y cada vez que enseña, aunque sea matemáticas, lo hace desde un horizonte antropológico determinado, el suyo propio.

¿Es el alumno un sujeto valioso en sí mismo, creado a imagen de Dios, con un destino trascendente, dotado de dignidad inviolable y llamado a la comunión y al amor, como sostiene el humanismo cristiano o es un ser sin propósito trascendente, arrojado a una existencia carente de sentido objetivo como defiende el nihilismo?

¿Es un ser libre condenado a elegir, que construye su esencia a través de sus actos como dice el existencialismo?

¿O es un individuo más dentro de un engranaje social, producto de condiciones socioeconómicas como afirma el materialismo marxista?

El positivismo defiende que el hombre es un ente observable y medible, cuyo conocimiento y progreso dependen exclusivamente de los hechos empíricos, etc

Como se puede suponer ninguna persona, ningún educador puede abstraerse por completo de su propia visión del hombre y del mundo, y sin ninguna duda, acabarán trascendiendo a sus alumnos en su ejercicio docente.

Educar no es neutral: es tomar partido por la verdad

La familia y la escuela están llamadas a ser aliadas en esta misión apasionante que es la educación. Y para ello, deben asumir que no hay educación sin una toma de posición.

Educar o no en la fe, en la verdad o en el relativismo,  en el bien y el mal, dar uno u otro enfoque de la libertad, etc, etc son decisiones educativas que no son neutras.

La pregunta no es si vamos a influir en nuestros hijos o alumnos. La verdadera cuestión es: ¿en qué dirección los estamos haciendo ya? ¿Desde qué visión del hombre y de la vida?, ¿qué visión del hombre están recibiendo en el colegio que, si son pequeños, hemos escogido para ellos?

Cinco consejos prácticos:

  1. Educa en lo esencial desde el principio. No esperes a que sea mayor para enseñarle lo que consideras valioso: el respeto, la gratitud, el sentido de la vida, la búsqueda de la verdad, la fe.
  2. Sé un ejemplo coherente. Tus actos educan más que tus palabras. Con independencia de las edades de tus hijos o tus alumnos, Vive según los valores que deseas transmitir: honestidad, responsabilidad, generosidad… La coherencia les inspirará y dará seguridad.
  3. Habla con claridad sobre lo que está bien y lo que está mal. Necesitan  referencias firmes. Evita ambigüedades: no es lo mismo respetar que renunciar a guiar. Educar también es atreverse a marcar el camino.
  4. Elige escuelas y otros espacios educativos que compartan tus principios. Ya sea un colegio o un grupo de ocio, asegúrate de que refuerzan la visión del ser humano y de la vida que quieres para tus hijos.
  5. No delegues toda la educación. La familia sigue siendo el lugar más influyente en la formación de una persona. Escucha, acompaña, corrige y anima. Tus hijos necesitan tu presencia más que tu perfección.

Educar es siempre tomar partido: por una visión del hombre, por una idea de verdad, por un modo de vivir. Fingir lo contrario no es neutralidad, es renuncia.

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