No le demos más vueltas. La pregunta fundamental que no se formula, es la de por qué a pesar de la emergencia demográfica de España ningún Gobierno, en el pasado y presente, se ha ocupado de esta cuestión. La responsabilidad se reparte entre el Partido Socialista y el Partido Popular. Pero, atendiendo a los años de Gobierno y a la dinámica demográfica es evidente que la responsabilidad del PSOE es mucho mayor, sobre todo en sus mandatos más recientes, porque la visión que se podía tener de la cuestión en los años 80, los del Gobierno de Felipe González no pueden ser los mismos que los de la segunda década de este siglo. Naturalmente con el paso del tiempo la responsabilidad crece y la dejación de Sánchez resulta de una gravedad extrema.
Los periódicos, el conjunto de medios, han hablado y no han parado, de la decisión China de autorizar el tercer hijo. Han pasado de una regulación estricta, a un cambio que ha sorprendido por la velocidad con la que el Partido Comunista chino ha adoptado este acuerdo. La razón es evidente: la falta de natalidad provoca un envejecimiento acelerado de la población, y hace tambalear las necesidades futuras en materia de población en edad de trabajar adecuadamente preparada. Y esto le sucede al gigante que ha desarrollado una revolución económica, que posee un nivel tecnológico envidiable y que compite con los Estados Unidos por la primacía mundial. Pues bien, hay que decir que la situación española es peor que la China, porque el proceso de envejecimiento es mucho más acelerado y las prestaciones en materia de Bienestar Social y pensiones en relación con tamaño del PIB, son mucho mayores.
La tasa de fecundidad española fue en 2019 de 34, 20 nacidos por 1000 habitantes, pero en realidad esta cifra se alcanzaba gracias a los extranjeros, que poseían una tasa de 49, 97, mientras que la población autóctona alcanzaba tan solo los 31,41 nacimientos por 1000. En solo una década ha caído 8 puntos; es un ritmo muy acelerado.
Sabemos que este fenómeno de envejecimiento tiene consecuencias, ninguna de ellas es positiva. Por ejemplo, afecta a la productividad del conjunto de la población, que en el caso español ve como la edad óptima, que se sitúa entre los 35 y los 55 años, se va reduciendo, porque se despueblan las cohortes más jóvenes y, por tanto, la media de edad crece.
Para citar uno de los últimos y más completos estudios: La gran reversión demográfica: el envejecimiento de las sociedades, la disminución de la desigualdad y la reactivación de la inflación ( The Great Demographic Reversal: Ageing Societies, Waning Inequality, and an Inflation Revival) de los prestigiosos economistas C.A.E. Goodhart y Manoj Pradhan. En este trabajo se relaciona, en un sofisticado análisis, el retorno de la inflación con la baja natalidad de china, y en él se establecen diagnósticos de este tipo:
“Envejecimiento y empeoramiento de la dependencia médica. Un aspecto infeliz del aumento de la esperanza de vida ha sido la creciente proporción de personas con enfermedades derivadas del envejecimiento, en particular la demencia, especialmente el Alzheimer, pero también otras formas de morbilidad, como el Parkinson y la artritis. Tales dolencias no matan rápidamente, como el cáncer y las enfermedades del corazón han hecho a menudo, pero dejan a sus víctimas incapacitados, en términos médicos dependientes de otros para algunos, o la mayoría, de las actividades de la vida diaria (ADL). Tenga en cuenta que en la terminología médica, la dependencia depende de las necesidades de ayuda con ADL, mientras que en la terminología de economía, la dependencia se relaciona con los grupos de edad. El porcentaje de personas que son médicamente dependientes aumenta bruscamente a medida que el grupo de edad aumenta de jóvenes/viejos (65-75) a viejos/viejos (85 más). Para cuando alguien llega a la edad de 95 años, es casi seguro que dependerá médicamente y dependerá del apoyo y el cuidado de los demás. Dado que la esperanza de vida ha aumentado tan bruscamente, en cualquier caso hasta hace poco, el aumento porcentual de la población total de las personas realmente mayores de 75 años crecerá mucho más rápido que el del resto de la población, y su dependencia prevista será una carga cada vez mayor para las pensiones, la necesidad de cuidadores y el apoyo médico.”
“El envejecimiento conduce a mayores problemas fiscales. En gran medida, debido a esas razones, el envejecimiento conducirá a un aumento masivo, dado el perfil futuro previsto de los gastos del sector público y los ingresos fiscales, de los déficits y los préstamos del sector público. Esto era así incluso antes de que llegara la pandemia del Coronavirus, que habrá servido para dar un enorme impulso al alza a los déficits y al endeudamiento del sector público. Ahora serán significativamente peores”.
Todo esto y otros fenómenos adversos los conocemos, como sabemos que no son compatible con un estado del bienestar robusto. De ahí que la pregunta sea pertinente y urgente de responder: ¿por qué no existe una política familiar y de natalidad en España? ¿Por qué no constituye un tema destacado de la agenda política del Gobierno y de la oposición? ¿Por qué el gran plan “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia” para el 2050, omite esta cuestión?
No solo esto, las políticas públicas el tipo de cultura hegemónica que desarrolla el Gobierno, sus partidos y los agentes culturales a ellos conectados, la progrecracia, denotan una concepción que es absolutamente contraria a las condiciones que permiten la existencia de familias estables, que son las únicas capaces de generar descendencia y educarla en las condiciones adecuadas. No es, obviamente, el único requerimiento, pero si es una condición necesaria a largo plazo, a no ser que se posea una productividad tan grande que permita un gasto público tal, que reduzca los inconvenientes de los hijos nacidos fuera del matrimonio, que por cierto cada vez son más en España y se sitúan y a cerca del 50%. O sea, que nacen pocos y una buena parte de los que vienen a este mundo lo hacen en condiciones poco favorables para su desarrollo personal y educativo. Pero ya esta sola idea, que no todas las formas de familia son igualmente favorables para el desarrollo de sus miembros, es un concepto prohibido en la progrecracia, a pesar de que lo señalan todas las evidencias científicas. Y esa es la raíz de todo:
El problema de fondo es la cultura y la moralidad imperante. El de la sociedad desvinculada. La sexualidad sin compromiso, la autorrealización mal entendida, la perspectiva de género y su feminismo bélico, la cultura de la homosexualidad y la transexualidad que se impulsa oficialmente entre los niños y jóvenes, están en la raíz del problema. Ahí radican las causa que hace que los gobiernos de España en este siglo hayan ignorado olímpicamente este agujero negro que va a tragarse a este país.
POR FORUM LIBERTAS