Vaya por delante una premisa: la salida de la crisis económica provocada por la pandemia depende en gran manera de las condiciones políticas.
La reconstrucción necesita de la amistad civil, esta no existe, y eso es malo para todos nosotros, los ciudadanos de a pie. ¿Cómo podemos resolverlo? Asumiendo la realidad, que es la única forma de transformarla. Y tal cosa significa saber de dónde salimos para conocer a donde vamos.
Y salimos de una gestión desastrosa del gobierno. No me extenderé en los hechos que avalan el calificativo. Bastará con uno que los resume. España tiene 25 de cada 100 muertos europeos por coronavirus, a pesar de que nuestra población es solo de 9 cada 100. Esta tragedia no ha sido asumida por el gobierno, sino que responde a ella con engreimiento e irresponsabilidad. Solo lo encrespado de la política partidista difumina el cúmulo de errores, desatinos y contradicciones, con los que se ha obtenido este resultado, que tiene en la gente de más de 70 años sus principales víctimas, y en el cinismo de Pablo Iglesias, el último responsable bajo el Estado de Alarma de las residencias para la gente mayor, al más destacado enemigo de la amistad civil, porque el favor de la provocación lo protege de sus culpas.
Estos daños se extienden a la economía a base de declaraciones confusas, que van de las nacionalizaciones a la “derogación íntegra de la reforma laboral”, hasta la falta de planes sólidos, como muestra la secuencia contradictoria sobre el turismo. Todo ello siempre amenazado por un desconfinamiento, que en gran medida funciona a ciegas por falta de capacidad de detección e intervención.
Enunciar escuetamente todo esto no es pesimismo. Son ganas, muchas, de que hagamos bien las cosas, pero para lograrlo hay que advertir de los errores e incompetencias, porque es la única forma de remediarlas. Para los partidarios de quienes nos gobiernan, la crítica es mala, seguramente lo es para las etiquetas políticas, pero es necesaria para el país, porque solo entendiendo de dónde venimos podemos andar mejor hacia donde debemos avanzar.
¿A dónde vamos?
Debemos reconocer que salimos mal, que no estamos más fuertes, ni unidos, sino todo lo contrario, y que si el Covid-19 no desaparece, así, sin más, como el SARS-CoV (2002-2003), vamos a vivir peligrosamente un periodo indeterminado, y la recuperación no será en V, ni tan siquiera en U, sino en L con un brazo horizontal dotado de agudos dientes de sierra.
¿Y esto por qué? Pues básicamente porque si los datos no se equivocan, el 95% de la población es susceptible de infectarse, y entre un 28% y un 33% de los portadores son asintomáticos; ni ellos mismos saben que son un peligro
Ante esta situación se opera una desescalada con insuficientes medios y basada en una regulación rococó, confusa, que favorece la indisciplina ciudadana, en lugar de aplicar medidas obligatorias y efectivas, como el uso obligatorio de mascarillas siempre y la prevención en los lugares cerrados. España necesita aplicar test masivos en una proporción, como el mínimo, del doble de la actual, dotarse de unos 200 rastreadores por millón de habitantes, sobre todo en los territorios mas críticos, reforzar la asistencia primaria en miles de médicos y personal sanitario para normalizar la asistencia a otras patologías, intervenir rápidamente y atender residencia a residencia, hogar a hogar, a la población de riesgo.
Sobre esta base sí que puede asentarse el plan de reconstrucción. Pero este no saldrá bien parado de la pugna política.
Solo cabe una medida alternativa. Las organizaciones de sociedad civil, empresariales, sindicales, sociales, profesionales, bajo el liderazgo de algunas personalidades acreditadas por sus resultados empresariales y sociales, deben constituir una comisión operativa que elabore y presente un plan concreto y definido que sea presentado a la opinión pública primero, y a la Comisión del Congreso después. Solo si se genera un fuerte constreñimiento social que confine a oposición y gobierno a trabajar sobre una pauta común, se producirá el principio de colaboración necesaria, que es la condición donde levantar la amistad civil.
Se trata de organizar la fuerza de las instituciones civiles, también las de la Iglesia, como Cáritas, para concretar un plan de reconstrucción que a su vez fuerce a la colaboración política. Si nos quedamos mirando el combate entre partidos, solo conseguiremos que todos perdamos.
POR FORUM LIBERTAS