Testimonio

Iba en el autobús y en el asiento de enfrente viajaban dos señoras, una muy viejecita, con cara de enferma, que medio dormida iba recostada en el hombro de su acompañante, una mujer joven. La primera, mostraba un semblante tan relajado, desprendía tanta paz, confianza y bienestar, que mejor parecía una niña en el regazo de su madre.

La joven la miraba contantemente con dulzura, mientras le iba acariciando el brazo y la mano que entrelazaba entre las suyas, y de vez en cuando le dio un beso en la frente. No pude resistir y le pregunté: ¿Es su madre? Ella contestó sonriendo:-Si, tiene Alzheimer-. 

Llegó mi destino y bajé, después de felicitarla emocionada por aquel testimonio de amor y ternura.

Quisiera que estas líneas recordaran a tantos miles de familiares que cuidan amorosamente y con mucho sacrificio a sus seres queridos.

 

Mª Rosa Bonals

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