Los medios de comunicación nos informan constantemente de noticias tristes y acontecimientos espantosos, y creo que los hechos ejemplares han de ser conocidos para darnos ejemplo y admiración.
Acabo de leer el conmovedor testimonio de una joven que lo quiso compartir con los lectores de la revista Aleteia. La protagonista tiene 22 años y es fruto de una violación
Para cualquier mujer ser violada ha de ser algo tan triste que nos horroriza solo al pensarlo, pero además la madre de esta joven, era una religiosa consagrada que hacía 5 años había hecho los votos perpetuos.
Dice la joven: Hace 3 años que me enteré de que fui concebida de esta manera. Al principio intentaba negarlo o no pensar demasiado en ello. Me enteré por medio de unas cartas viejas que le escribieron a mi madre en esta época. En una decía: Querida te encomiendo en mis oraciones, a ti y a esta criatura que traes en tu vientre, ella no tiene la culpa de nada, es un inocente que no tiene por qué pagar los errores de otro. Todo el embarazo mi madre lo pasó lejos de su país, recibiendo cartas de sus familiares y amigos, ya que la madre superiora de su Comunidad y su familia pensaron que sería mejor alejarla de su entorno para que ella pudiera tomar una decisión sin presiones o sea darme en adopción y regresar a la Comunidad o dejar los hábitos y ser mamá pidiendo la dispensa a la Santa Sede.
Bueno soy la hija de una violación puedo quedarme lamentando que soy un accidente o puedo agradecer a Dios la oportunidad de haber vivido, cosa que es negada cada día a millones de bebés, además de el haber crecido al lado de una gran mamá que me ha colmado de amor y que nunca consideró el aborto como una opción. Espero que mi testimonio les sirva de algo a aquellas mujeres que como mi mamá están ahora mismo decidiendo el futuro de sus hijos. Por favor nunca piensen en el aborto.