Merece la pena un breve análisis de la situación global de los barrios supuestamente marginales de nuestras grandes ciudades que son cuna de yihadistas.
Es bien conocida la consternación que causó en Occidente el conocerse que muchos jóvenes europeos marcharan a Siria, Irak y otros países para unirse al Estado Islámico y combatir por él. La sacudida fue aún más fuerte al constatar que los atentados producidos en Europa han sido causados por jóvenes musulmanes que han nacido, se han educado y viven en los mismos países europeos.
La brutalidad de todo terrorismo zarandea nuestro espíritu, pero mucho más cuando las acciones son realizadas por personas que, en principio, han recibido formación según valores democráticos y humanistas occidentales y han vivido en este marco. Pone los pelos de punta que algunos “europeos” hayan cometido horrendas matanzas a sangre fría, como degüellos de cristianos, de yazidíes, de periodistas, o quemado vivas a personas. Y para magnificarlo y aterrorizar dan además la máxima publicidad a las imágenes de tanta brutalidad por medio de las redes sociales.
La interpretación de los motivos que llevan a esta salvaje forma de actuar de islamistas nacidos y educados en países occidentales ha venido generalmente de la mano de la sociología, y solo de la sociología. Concluyen que no ha funcionado de manera suficiente el ascensor social para estos jóvenes, muchos están sin trabajo, se sienten marginados, viven en barrios con déficits de servicios…
Algunas de tales consideraciones quizás sean verdad, y probablemente en determinados casos tales circunstancias hayan llevado a estos jóvenes a tomar la desafortunada decisión. A partir de ahí la actuación de las instituciones se han orientado a mejorar servicios. No está mal. Pero un alcalde de una población francesa de la que salieron yihadistas terroristas decía que en su barrio tenían hasta rocódromo, significando con este detalle hasta donde llegaban los servicios de que disponían.
Merece la pena un breve análisis de la situación global de los barrios supuestamente marginales de nuestras grandes ciudades que son cuna de yihadistas. Me centro en las españolas, que conozco mejor, pero creo aplicable a la mayoría de países de Europa Occidental.
¿Tienen mala asistencia sanitaria? Se diga lo que se diga, en este país la atención sanitaria es en conjunto buena, incluso muy buena. Y en todos los estados europeos occidentales es buena y el servicio público no es discriminatorio.
¿Y la enseñanza? Con todos los déficits que se quiera, incluido el abandono escolar, en modo alguno se puede hablar de falta de posibilidades educativas para nadie, al menos hasta completar la enseñanza secundaria.
¿Y los servicios sociales? Siempre harían falta más, pero no hay que olvidar que una parte muy importante de los recursos destinados a este campo van precisamente a las familias inmigrantes, lo que en algunos lugares provoca quejas de los nativos. Por ejemplo, en las becas de comedores escolares o en prestaciones familiares, porque estas familias suelen tener más hijos.
¿Y las posibilidades de ascenso en el mundo laboral o en el conjunto de la sociedad? Hay sin duda limitaciones, pero no pocos ciudadanos autóctonos con ancestros desde tiempo inmemorial en el país, tienen también serias dificultades.
Tampoco se pueden olvidar obstáculos en el acceso a la vivienda, déficits de urbanismo, suciedad en algunos espacios públicos, pocas posibilidades de ocio…
Aparte de que todos estos problemas y déficits los sufren del mismo modo los ciudadanos autóctonos, en el peor de los casos y con todas las insuficiencias que se quiera, las condiciones de vida de estos inmigrantes y las posibilidades de mejora siguen estando en todos los campos infinitamente por encima de las de sus países de origen, o, si los jóvenes ya nacieron en Europa, de las que tenían sus padres.
A la hora de aplicar soluciones, los líderes y administradores europeos se centran en medidas dirigidas a mejorar las condiciones de vida para facilitar la integración de tales inmigrantes y, subsidiariamente, que descarten la incorporación al terrorismo islámico.
Está bien esta mejora material. Quizás evitar algunas frustraciones personales disuadirá a alguno de sumarse al terrorismo, pero solo de manera imitada conseguirán cambiar las actitudes de fondo. Las posibilidades de mejora de vida que han tenido estas personas ya han estado muy por encima de lo que pueden alcanzar en los regímenes que ellos promueven con su lucha y ello no les ha hecho cambiar.
Lo que Occidente no ha entendido es otra cosa: aporta medios materiales, se han hecho grandes avances hacia una sociedad del bienestar incluso para clases sociales bajas, pero lo que Occidente no da hoy es sentido de la vida, motivo del porque vivir, del porque luchar implicando el conjunto de la existencia, del porque esforzarse por algo que complete las aspiraciones de la persona y que va más allá de asegurar una buena vivienda o unas vacaciones exóticas. Por muy equivocado y monstruoso que sea, para estas personas, el yihadismo da sentido a su vida. Algo que Occidente ha perdido al dejar de lado sus raíces.
Por Daniel Arasa