Reproducimos por su interés el documentado artículo aparecido en Religión en Libertad sobre un tema crucial, el de la “homoparentalidad”:
Un psicoanalista italiano, Giancarlo Ricci, se halla en el punto de mira del lobby gay por sostener que no es lo mismo ser criado por un padre y una madre que por dos “padres” o dos “madres”.
Un compañero de profesión, Stefano Parenti, ha salido en su defensa en La Nuova Bussola Quotidiana, citando casos y estudios que documentan “la vida complicada de los hijos de parejas gay”:
“La función del padre y de la madre es esencial y constitutiva del recorrido del crecimiento“. Ésta es la frase “incriminada” que ha levantado una polvareda alrededor del psicoanalista Giancarlo Ricci, actualmente en espera de ser juzgado por una comisión deontológica en el colegio de psicólogos de Lombardía. Como amigo y compañero de profesión no puedo dejar de ofrecerle todo mi apoyo. Poniéndome en la piel del estudioso y profesional me pregunto: ¿qué puede decirnos la psicología sobre la afirmación de Ricci? En otras palabras, la ciencia psicológica, que sabemos que es mucho menos “pura” que otras muchas ciencias “duras” como la física y la biología, ¿corrobora o refuta la afirmación que está bajo acusación?
La problemática de los hijos sin padre
Hace ya bastante tiempo que mi interés se centra en los hijos sin padre, es decir, en esos niños y adolescentes que crecen en un núcleo familiar formado sólo por la madre, o por la madre y su nuevo compañero, o por la madre y un padre que está ausente física y/o psicológicamente. Las investigaciones que se han ocupado de los fatherless [sin padre], como he podido documentar en un librito que lleva el homónimo título de Fatherless. L’assenza del padre nella società contemporanea [Sin padre. La ausencia de padre en la sociedad contemporánea], han revelado una desventaja para los “sin padre” respecto a los hijos que crecen con una pareja de progenitores intacta y partícipe. Ya sea que se investiguen los componentes cognitivos, el rendimiento escolar, los aspectos relacionales, la autoestima o, más en general, la salud mental, los “fatherless” corren un riesgo mayor de desarrollar dificultades.
Muchos fundadores de escuelas psicológicas concuerdan con este punto. Sigmund Freud, por ejemplo, escribió: “No sabría indicar una necesidad infantil tan intensa como la necesidad que tienen los niños de ser protegidos por su padre“. Esto en lo que respecta a la paternidad.
La problemática de los hijos sin madre
La mayor parte de los estudios de psicología infantil se centran, sin embargo, en la función materna. Uno de los marcos conceptuales más importantes, la famosa “teoría del apego”, sostiene que un determinado tipo de madre, por ejemplo, una madre centrada exclusivamente en sí misma (como las madres adolescentes o las madres deprimidas), o una madre emotivamente ambigua respecto a su hijo, genera una tipología de vínculo de apego del niño a sí mismo que se define como “inseguro”. El niño con un apego inseguro sufre más ansia, desarrolla más fácilmente una escasa autoestima en la adolescencia y tiene, a largo plazo, más posibilidades de dar inicio a una psicopatología en edad adulta. Esto nos dice que si una madre está ausente, el hijo se verá afectado por ello. Hay, además, otro tipo de apego que es llamado desorganizado y que tiende a desarrollarse en presencia de lutos o violencias o por la incapacidad de gestionar acontecimientos significativos, como la pérdida de una figura de apego.
Estos datos nos proporcionan una medida de la esencialidad de la función materna y paterna, y de su ser constitutivos en el recorrido de crecimiento de los hijos. A estos datos parecen oponerse las investigaciones sobre homoparentalidad, es decir, sobre las “parejas” de personas del mismo sexo que conviven y que adoptan un hijo. Cuando escribí Fatherless decidí no ocuparme de este tema, porque los estudios que había examinado estaban viciados por graves errores metodológicos, sobre los que caía la sombra del fanatismo ideológico, como confirmó posteriormente Roberto Marchesini (“Genitori omosessuali: e i figli?”, en Studi Cattolici).
El análisis demoledor de la doctora Canzi
No obstante, había que desarrollar una profundización específica porque en los últimos tiempos las investigaciones sobre la homoparentalidad se han convertido en el estandarte de concepciones políticas e ideológicas. Elena Canzi, psicóloga y colaboradora del Centro di Ateneo Studi e Ricerche sulla Famiglia de la Universidad Católica de Milán, se ha ocupado de cubrir este vacío y ha publicado un pequeño volumen titulado: Omogenitorialità, filiazione e dintorni. Un’analisi critica delle ricerche (Vita e Pensiero, Milano 2017).
Le estoy muy agradecido a la Dra. Canzi por este texto tan importante, escrito de la mejor manera posible porque se atiene única y exclusivamente a la investigación científica. En su libro no hay divulgación, no hay argumentaciones filosóficas, teológicas o contextuales, sino simplemente un análisis frío y lúcido de la bibliografía. Tal vez lo que le ha faltado al debate científico es precisamente esta actitud seria y rigurosa, como se ha visto por lo acaecido en torno al Giornale Italiano di Psicologia, cuyo número dedicado a la homoparentalidad ha levantado no pocas polémicas.
El texto de la Dra. Canzi se divide en tres secciones. En la primera leemos una voluminosa presentación escrita por Eugenia Scabini y Vittorio Cigoli, dos nombres que en el mundo de la psicología no tienen necesidad de presentaciones.
La profesora Scabini ha sido durante veinte años Decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Milán, pero, sobre todo, ha sido directora, durante un periodo aún más largo que el anterior, del Centro de Estudios e Investigación sobre la Familia.
Vittorio Cigoli, además de ser uno de los más importantes terapeutas en el ámbito de la familia y profesor universitario, ha sido director de la Alta Scuola Agostino Gemelli de la Universidad Católica.
Una tesis forzada
Juntos, estos dos grandes profesores no sólo han llevado adelante las investigaciones sobre la familia tanto en el ámbito de la investigación como en el terapéutico, sino que han elaborado un modelo teórico de los vínculos familiares y un paradigma capaz de interactuar con los ámbitos de la prevención y la intervención. Basta decir que su definición de “familia”, resultado de estudios antropológicos, sociológicos y psicológicos, aparece hoy en múltiples tests de especialistas, tanto italianos como extranjeros. La definición dice: “La familia es una organización que mantiene y une las diferencias fundamentales del ser humano: la diferencia de estirpe, la diferencia de generación y la diferencia sexual“. Basta este último pasaje para intuir que allí donde no haya diferencia sexual, difícilmente habrá familia.
En la presentación del libro, Scabini y Cigoli son bastante explícitos: hablan de “problemas metodológicos” refiriéndose a las investigaciones (p. VII); llevan la mirada a los “problemas estructuralmente inherentes a la situación de homoparentalidad (uno solo es el padre o la madre y el otro es el denominado ‘progenitor social’), con los inevitables desequilibrios que comporta dicha doble presencia del mismo progenitor, junto a la ‘desigualdad procreadora’” (p. VIII); y sentencian que “del corpus de las investigaciones resulta evidente lo forzado de la tesis de la ‘no diferencia’” entre hijos de parejas homosexuales e hijos de parejas heterosexuales (p. IX). Denuncian una utilización política de la investigación empírica, que “tiene que ser reconocida y apreciada por lo que es capaz de ofrecer y que no debe cargarse con tareas ajenas a ella, como justificar una nueva concepción antropológica de la filiación” (p. XVI).
El análisis de las investigaciones llevado a cabo por Elena Canzi se desarrolla en tres capítulos y se abre con los estudios realizados en parejas homosexuales con hijos.
Primer problema: desequilibrio relacional
El primer nudo que afronta la autora atañe a las preferencias, es decir, a las relaciones preferenciales entre el progenitor de nacimiento y el hijo “y, en consecuencia, los conflictos, la competitividad, los celos, como también las fantasías específicas entre el progenitor de nacimiento y el denominado ‘progenitor social’, es decir, la pareja/cónyuge del progenitor de nacimiento que no tiene vínculos genéticos con el hijo” (p. 5). El “desequilibrio relacional hacia la madre de nacimiento” que los hijos demuestran respecto a la “madre social” se ha verificado tanto en las formas lingüísticas utilizadas por los niños de “madres lesbianas en pareja”, que “dicen tener dificultades a causa de la ausencia de un lenguaje adecuado que describa su situación”, como por algunas conmovedoras entrevistas estructuradas, como la de una joven que llama a su madre de nacimiento “momma best” (p. 6).
Otros temas importantes son los del dinero, según los cuales “los hijos nacidos a través de donación de semen dicen que les incomoda el papel que ha tenido el dinero en su concepción” (p. 8), y el de la relación con las familias de origen y la red de amistades: “El único elemento crítico puesto en evidencia por la bibliografía sobre este tema”. A pesar de que la contribución de la investigación, aquí como en todo el ámbito de la homoparentalidad, es parcial y sigue siendo insuficiente, “los pocos datos disponibles indican que las parejas homosexuales con hijos están menos apoyadas por las familias de origen y más expuestas al aislamiento y a la negación por parte de los familiares” (p. 10).
Segundo problema: situaciones de extrema complejidad
En el segundo capítulo el texto llega al núcleo de la cuestión, describiendo las investigaciones realizadas sobre los hijos de parejas homosexuales. “En la major parte de los casos los tipos utilizados no son representativos de la población” (p. 13). De hecho, muchos estudios utilizan cuestionarios self-report para la recogida de datos, es decir, preguntas sobre el estado de los hijos realizados por la propia pareja de progenitores homosexuales. Es fácil intuir los riesgos a los que se exponen dichos instrumentos: “En el caso de los progenitores homosexuales, sobre todo los que planifican el nacimiento de un hijo, es lícito suponer que, al haber invertido muchísimo en esta causa y teniendo una notable presión para que demuestren su adecuación, tenderán a demostrar y enfatizar principalmente los aspectos positivos de su experiencia familiar” (p. 14). “Todo esto nos indica que debemos ser cautos cuando generalizamos los resultados” (p. 13). Veamos algunos.
En lo que concierne el comportamiento de género, “los hijos de progenitores homosexuales, en su recorrido de construcción de la identidad sexual y de género, pueden encontrarse en dificultades porque si son heterosexuales tendrán que gestionar una situación que está en contraste con el modelo de sus progenitores; y si son homosexuales decepcionan sus expectativas. Por otra parte, también en relación al ambiente social sienten que tienen que exhibir estándares de comportamiento de excelencia para confirmar la ‘normalidad’ de su familia; esto suele provocar en ellos un sentimiento de inadecuación” (p. 17). En lo que respecta a la orientación sexual, la autora resume así las investigaciones: “A pesar de la disparidad en los datos de la investigación expuestos y la dificultad en comentarlos, vista la heterogeneidad de los tipos implicados, parece que puede haber una tendencia común; es decir, una mayor posibilidad de actitudes y comportamientos homosexuales (vividos o incluso solamente imaginados) en los hijos criados con progenitores homosexuales” (p. 19).
Otro aspecto significativo es el bienestar psicológico, que suele aparecer a menudo en el barullo mediático que rodea la homoparentalidad. Comenta Canzi al respecto: “Ante todo se evidencia un cuadro ciertamente complejo y no unívoco, por lo que resulta difícil sostener que no existe ninguna diferencia entre los hijos de progenitores homosexuales y los hijos de progenitores heterosexuales”. Y añade: “También es verdad que, a día de hoy, las investigaciones no son capaces de dar respuestas claras y definitivas sobre el estado de salud global de estos muchachos” (p. 27).
Otros datos interesantes son los que atañen a la relación de los hijos con los progenitores: “Parece ser particularmente problemático el caso de hijos varones de mujeres lesbianasque parecen tener dificultades en dar valor al propio género, probablemente porque sus madres viven la contradicción de rechazo del varón (como lesbianas pertenecientes a la comunidad lesbiana) y de tener que cuidar de uno (como madres de hijos varones)” (p. 35). Las cosas no son mejores cuando se investigan sus relaciones con sus coetáneos: “En resumen podemos decir que la situación de incomodidad de estos muchachos en relación con sus coetáneos, sobre todo durante la adolescencia, es evidente. […] Los datos puestos a disposición por la investigación […] muestran que, también dentro de contextos en los que desde hace muchos años se han introducido leyes favorables a las uniones homosexuales, los hijos de progenitores homosexuales tiene que afrontar, a pesar de todo, problemas concretos, por lo que su inadaptación es más compleja, profunda, dolorosa y está atravesada por sentimientos de culpa y de vergüenza” (p. 34).
Tercer problema: el interés del menor, convertido en algo secundario
El tercer capítulo se centra en la adopción y, en particular, en los criterios de valoración de la idoneidad de las parejas aspirantes. “Los agentes sociales están llamados, de hecho, a tutelar el interés del menor adoptable y a valorar las competencias como progenitores de las parejas y su capacidad, aunque sea como previsión (y esto es lo que hace que la tarea sea ardua), de responder a las exigencias de los menores que, a menudo, han sufrido separaciones traumáticas y/o vivido en contextos de crecimiento no adecuados” (p. 45).
Las parejas de personas con tendencias homosexuales presentan diferencias significativas en el ámbito de la exclusividad sexual: “No todas las parejas del mismo sexo son monógamas -declara Canzi, citando a la investigadora Abbie Goldberg-. De hecho, los datos que tenemos a nuestra disposición afirman que la exclusividad sexual no es la norma, sobre todo entre las parejas de hombres gays, en las que los porcentajes de relaciones múltiples se confirman alrededor del 50-60%” (p. 45). Números verdaderamente importantes. También la estabilidad de la pareja homosexual es distinta a la de la pareja heterosexual: “Algunos estudios han documentado que los índices de disolución de las relaciones de parejas homosexuales con hijos son mayores respecto a las de las heterosexuales casadas con hijos” (p. 46).
Otro elemento muy delicado de afrontar en el recorrido de valoración de la idoneidad es la salud mental y física, que “sabemos que influye de manera muy importante en el bienestar de los hijos” (p. 46). “Algunas investigaciones han evidenciado que en la población homosexual, respecto a la población general, hay una mayor incidencia de algunas patologías psicológicas, como trastornos del humor y de ansiedad, y la presencia de pensamientos y/o actos suicidas […] y de comportamientos de riesgo como consumo de alcohol y tabaco” (p 46). Un aspecto ulterior es la carencia de apoyo social por parte de las familias de origen: los progenitores adoptivos homosexuales “declaran que reciben menos apoyo por parte de sus familias de origen” (p. 46). En conclusión: “La adopción por parte de parejas homosexuales se configura, por lo tanto, como un cuadro muy complejo, en el que los niños y los adolescentes tienen que enfrentarse a diversas situaciones de riesgo, a las que se suman también tareas de desarrollo “añadidas” que no tienen ni sus coetáneos no adoptados, ni sus coetáneos adoptados por parejas heterosexuales”.
No es una demostración… pero casi
La última parte del libro incluye valiosas fichas de las principales investigaciones estudiadas. Así, el lector puede verificar personalmente las argumentaciones de la autora. En conjunto, el texto parece sugerir que crecer con dos madres o con dos padres no es precisamente lo mismo que tener una familia tradicional. Más allá de lo que diga la prensa dominante. Tal vez no se ha demostrado aún que “la función del padre y de la madre es esencial y constitutiva del recorrido de crecimiento”, como ha sostenido Giancarlo Ricci. De dos premisas negativas no se llega a ninguna conclusión afirmativa, sostiene la quinta regla del silogismo retomada también por la Dra. Canzi en el texto. Comprender que Mario no es un pez no significa demostrar que es un hombre. Sin embargo, es verdad que se trata de un paso importante.
POR FORUM LIBERTAS 17/04/2019
Un artículo muy esclarecedor y valeroso, para mí q he sido educadora. Gracias por aportar luz y estudio.