EL SIGLO XXI SERÁ SIN LUGAR A DUDAS LA ÉPOCA DE LAS NUEVAS UTOPÍAS, DEL TRANSHUMANISMO, DE LA BÚSQUEDA DE UN HOMBRE PERFECTO Y ETERNO

La revolución de hoy en día tiene un nombre: la humanidad aumentada o transhumanismo. Los medios de que se valen son las nanotecnologías, las biotecnologías, las tecnologías de la información y las ciencias cognitivas (NBIC). Su objetivo consiste en traspasar los límites de la humanidad y crear un superhombre. Este proyecto teórico va camino de convertirse en una realidad. Es el punto final de autorrechazo  y de odio a su propia naturaleza que caracteriza al hombre moderno: un hombre que se odia hasta tal punto que quiere reinventarse, corriendo así el grave peligro de desfigurarse irremediablemente…

Se ha afirmado que la libertad humana es un absoluto. Se ha rechazado al Creador. Se ha despreciado hasta la noción de naturaleza…

Hablamos de lo poshumano, cuando detrás lo humano no hay nada. Estamos atrapados en la idea de que todo es posible mientras la ley lo autorice. Este positivismo jurídico erigido en principio está llegando a su fin. Ya no es capaz de protegernos. Ha dejado de desempeñar su papel, que consiste en dictaminar lo que es recto y justo. Los hombres están abandonados a sí mismos. ¿Cómo se puede parar esta huida hacia adelante? ¿Dónde está el límite capaz de proteger a la humanidad? ¿Dónde buscar el principio capaz de guiarnos?

En un discurso ante el Parlamento alemán, Benedicto XVI  pronunció unas palabras proféticas que resuenan como una advertencia, humilde y solemne a la vez,dirigida a toda la humanidad:

“Donde la razón positivista es considerada  como la única cultura suficiente, relegando todas las demás realidades culturales a la condición de subculturas, esta reduce al hombre, más todavía, amenaza su humanidad […]. La razón positivista, que se presenta de modo exclusivo y que  no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas,  en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios […]. Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo.

Pero ¿Cómo se lleva acabo esto? ¿Cómo encontramos la entrada en la inmensidad, o la globalidad? ¿Cómo puede la razón volver a encontrar su grandeza sin deslizarse en lo irracional? ¿Cómo puede la naturaleza aparecer nuevamente en su profundidad, con sus exigencias y con sus indicaciones?

Robert Sarah

“Se hace tarde y anochece”

Ed. Palabra

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