Desde hace cierto tiempo se está comprobando que, casi en la práctica totalidad, las encuestas electorales fallan
No me gusta Donald Trump, ni muchas de sus declaraciones, acciones y exabruptos. Como profesor le daría una pésima nota si fuera alumno mío. No me entusiasma su elección y hemos de estar a la espera de cómo actúe. Pero no escondo que tan poco o aún menos que él me encandilaba Hillary Clinton. La ideología que hay tras esta, la ideología de género, es de una enorme perversidad. Sumarle la promoción del aborto hasta el día del parto. No son solo teorías o anuncios electorales. Lo ha ido promoviendo, defendiendo e imponiendo en muchos países del mundo a través de los cargos que ha ocupado.
Pero no es a las elecciones en sí mismas ni a las causas de los resultados a lo que pretendo referirme en este momento, sino sacar algunas consecuencias de aspectos que se pueden considerar “colaterales”.
Fracaso de las encuestas
Han fallado todas las encuestas, absolutamente todas.
No es el primer caso. Desde hace cierto tiempo se está comprobando que, casi en la práctica totalidad, las encuestas electorales fallan. Se alegará que la gente no dice la verdad de lo que votará o de lo que votado, pero el resultado claro es que las encuestas no sirven para otra cosa que engordar las cuentas de las empresas que las realizan y para que se monten más y más tertulias y debates en televisiones y radios en base a algo que no es más que humo y que se demuestra además falso.
Vemos que las encuestas están fallando casi siempre. Entonces, ¿para qué hacer encuestas cuando sabes que no sirven? ¿Por qué gastar tanto dinero? ¿Por qué crear expectativas falsas?
Esto vale no solo en Estados Unidos, sino para todo el mundo, incluida España.
Puede entenderse la encuesta hasta un tiempo antes de las elecciones porque puede ayudar a ver por dónde van los tiros y detectar tendencias, pero resulta más que evidente que no sirven cuando se está ya muy cerca de la fecha electoral. Y tampoco las hechas a pie de urna el día de las elecciones.
Los medios de comunicación influyen poco
La práctica totalidad de la prensa mundial, incluida la española, apoyaba a Hillary Clinton. Rotundamente. Basta revisar hasta los diarios españoles más derechistas. Por supuesto los de izquierda. Y todas las televisiones, y las radios… Por supuesto, los medios norteamericanos.
Sin embargo, Trump ganó.
Al margen de respetar la libertad de expresión y de que cada medio pueda adoptar la postura que crea conveniente, lo ocurrido demuestra que han perdido influencia. Lo que digan los periódicos, la televisión, la radio y hasta muchos medios digitales no lleva a que la gente lo siga a la hora de votar.
Quedan a años luz aquellos tiempos de hace solo 30 o 40 años en que un editorial crítico de un periódico importante hacía temblar a un gobierno, de que una información de televisión marcaba la línea de actuación de la gente. Recuerdo casos personales en que una información mía difundida por la agencia Europa Press y reproducida por diversos medios provocaba a veces una gran polvareda, o que a raíz de tal publicación se resolvía un asunto que llevaba mucho tiempo enquistado.
Nos puede doler a los periodistas, pero influimos muchísimo menos.
Quizás se debe a que las informaciones que se difunden se han multiplicado por miles porque todo el mundo lanza infinidad de mensajes a través de las redes, con lo que todo se ha banalizado. También lo que dan los medios de comunicación de masas. Lo que diga tal o cual periódico para muchos no tiene más relieve que lo que le pueda llegar por whatsapp o leer en facebook o en un twit.
Hollywood y Broadway tampoco
La práctica totalidad del mundo del espectáculo y del cine se volcó en pro de Hillary Clinton y se dedicó sistemáticamente a burlarse y denostar a Trump.
Es habitual en todas las elecciones que la mayoría de quienes componen estos mundos que sintetizamos en “Hollywood” y “Broadway” apoyen al candidato demócrata a la Casa Blanca, de forma que los prorepublicanos sean bastante minoritarios. Pero el caso actual ha sido extremo. Si se sabía de algún actor, director, actriz, guionista… que apoyaba a Trump aparecía como una rara avis. Uno entre muchísimos adversarios.
Este mundo tan influyente de las estrellas del cine y de la canción también ha fracasado. La gente visionará sus películas o asistirá a sus musicales, adorará las formas de vida de muchos de ellos…, pero a la hora de votar tampoco les ha hecho caso.
El mundo de la farándula ha de hacer también su reflexión. ¿por qué ya no influyen? Quizás son menos estrellas de lo que aparentan ser o de lo que los medios de comunicación reflejan.
Hasta su propio partido
Hasta el aparato y los dirigentes del propio partido republicano estaban contra Trump. Unos cuantos de ellos incluso declararon públicamente que votarían a su adversaria. Pero aun así venció Trump.
Es normal en Estados Unidos que la disciplina de partido no funcione como en Europa y que la gente cambie su voto con mayor facilidad. Más que estructuras estables e ideologizadas, los partidos son ante todo máquinas electorales que se activan cara a los comicios, pero no es lógico llegar a tal extremo de que si la mayoría de altos cargos rechacen a su propio candidato ello no haga mella en el electorado. En Europa, todo partido dividido pierde.
Otros que también han de reflexionar: ¿qué papel juegan los partidos?
Por Daniel Arasa
Los partidos juegan el papel que sus afiliados y sus representantes decidan con la responsabilidad e implicación debidos, y han de ser claros y aportar soluciones tangibles. Pero en los últimos años, con la divulgación de la corrupción y mala gestión interna de algunos de los más influyentes, se ha facilitado la irrupción de los populistas. Y esto no ha resuelto nada. Ha confundido. Los que, de verdad, queramos un cambio a mejor tenemos que dialogar y lograr conformar una alternativa que recupere el equilibrio y sentido común que permita reconducir el rumbo social, político y económico. Basado en el respeto a la vida desde la concepción, a la familia constituida por matrimonio entre hombre y mujer, a los padres para elegir la educación de los hijos, y a todos los ciudadanos, gestionando con responsabilidad todos los recursos que desde el Gobierno de la Nación son confiados para su óptima utilización.