El único pacto de estado que han conseguido acordar los partidos políticos en años ha sido sobre la denominada violencia de género. No se ha logrado en educación, ámbito en el que un partido se apresura a deshacer lo legislado por el gobierno precedente en cuanto llega al poder, a pesar de que vivimos una verdadera emergencia educativa. Tampoco se ha conseguido en sanidad, ni tan siquiera en pensiones, donde se vive entre la improvisación y el electoralismo, y ello siendo uno de los fundamentos del estado.
Cada día los medios escritos, la radio y la televisión nos saturan sobre la violencia de género, y mes a mes vivimos reiterando el recuento de víctimas, a pesar de que su número es, comparado con cualquier tipo de homicidio o muerte trágica, muy reducido, 47 en el 2019 para una población de cerca de 20 millones de mujeres adultas. Ciertamente una sola muerte es demasiado, pero también es cierto que todas las muertes violentas deberían producir si no la misma, una parecida atención y preocupación. Pero es obvio que no es así. Incluso cuando las víctimas son mujeres, la anciana asaltada en su hogar, la mujer impedida y descuidada hasta la muerte por su pareja, no interesan. Solo importa, como antaño pero en otro registro ideológico, los “crímenes pasionales”, ahora violencia de género.
Vivimos desde hace años una campaña sistemática que utiliza el feminicidio de pareja como arma contra los hombres, presentando las muertes, no como un suceso que responde a condiciones concretas, sino como prueba del peligro general ocasionado por el hombre, el macho de la especie. Se dedica una atención mediática de la que carece cualquier otro problema, y unos recursos sin comparación posible: legislación especial, 105 juzgados especializados, 355 compatibles, y muchos recursos económicos, siempre más, nunca bastan. Solo esta cuestión merece un pacto de estado. En realidad esta atención constituye en muchos casos una manipulación, y resulta escandalosa como en el asesinato de Laura Luelmo, que solo aflojó cuando la familia dijo basta.
Oficiando este formateo de las mentes de los ciudadanos está la ideología de género, a la que han convertido en ideología oficial del estado. Hay que explicar su naturaleza real, y no confundirla con la defensa de los derechos civiles y económicos de la mujer.
Pero a pesar de toda la presión mediática, los hechos, siempre tozudos, demuestran su significación real para los españoles. Los datos periódicos de la serie de encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas lo constatan sin lugar a duda, y desde su inicio hace más de una década. En el ranking de preocupaciones de los españoles siempre ocupa lugares marginales entre el 16 y el 20, con porcentajes que con pocas excepciones se sitúan por debajo del 2 %. Y no se trata de un promedio en el que pesen datos lejanos. Yendo al ahora mismo, en un periodo de elevada intensidad mediática, la encuesta de diciembre del año pasado solo lo situaban entre los tres principales problemas el 2,4% de los encuestados, y ocupaba el lugar 17 entre los problemas que consideraban importantes para España, y solo un 0,3% lo apuntaba en primer lugar. Pero si la pregunta era cuáles eran para el entrevistado los principales problemas, la cifra caía mucho más, hasta solo el 0,5%. Esa es la sensación sobre la violencia contra la mujer que tienen los hombres y mujeres de este país, el 0,5. Y es a ello a lo que se dedica el pacto de estado, juzgados y recursos policiales y económicos. ¿No es legitimo afirmar la desmesura entre la magnitud del problema y la atención política y mediática? Años de comer y cenar con la violencia de género y consiguen que crean que es un problema – no ya para el entrevistado, sino para España, solo del 2,5%. Y no se trata de un mal dato ocasional. En diciembre 2017 solo un 1,8% situaba la violencia como problema destacado. Este porcentaje, como en todos los casos, se alejaba en aquella fecha de las mayores preocupaciones, encabezadas por el paro (66,8%), la corrupción (31,7%), la política y los partidos (28,5%), los problemas de índole económica (22,9%) o la independencia de Cataluña (16,7%). La violencia machista ocupaba el decimosexto lugar. Desglosando las cifras se observa que solo es el principal problema para el 0,1%, en el que se sitúan únicamente mujeres de 55 años en adelante, precisamente aquellas más alejadas del perfil de víctimas. Las mujeres menores de esta edad y los hombres en general, no consideran que sea un problema. ¿Son tan insensatas la mayoría de mujeres, tan insensibles los hombres? O acaso ¿estamos ante un evidente caso de parto de los montes?
Los datos de la encuesta del verano de aquel año señalaban que solo a un 1,4% de los ciudadanos les preocupaba la violencia contra la mujer, mientras la sanidad (10,2%) y la educación (8,3%) ocupaban lugares mucho más destacados. Pero el pacto de estado solo se concibió sobre la violencia de género.
En marzo del mismo año en los datos difundidos por el CIS, señalaban la violencia machista con un 1,6% y tenía el mismo número de respuestas que la preocupación por las tarifas energéticas Por el contrario, se consideraban como principales, el paro, 72,2%, la corrupción y fraude, 37,3%, los problemas económicos, 27%, los políticos y partidos políticos, 23,4%, y la sanidad, 13,9%, y así hasta el lugar 19 que es donde se situaba la violencia machista.
Existe otra encuesta del CIS, diciembre 2010-febrero 2011, muy ilustrativa, específica sobre el tema, en el que se exploran comportamientos que pueden molestar a la mujer, desde muy leves a muy graves. No son pocos sobre los que inquiere, nada menos que 27. Pues bien, las respuestas que contestan que “Frecuentemente” son objeto de aquellos malos comportamientos, se sitúa solo entre el 0,5% y 1% Los máximos, 2,3% y 2% son, respectivamente, “hace oídos sordos a lo que le cuenta”, o sea, que la pareja no la escucha, vamos, y el otro que “se enfada sin que se sepa el motivo”. En el plano opuesto, entre el 95% y el 97%, responden que “Nunca” han sido objeto de aquellos malos comportamientos, y el resto de las respuestas se distribuyen entre las opciones “A veces” o “Rara vez”. Estos datos son consistentes con la escasa preocupación por la violencia, y muestran una situación de las parejas caracterizada por el buen comportamiento. Es muy posible, y este es el problema, que las respuestas una década después no serían tan favorables, porque existen unos incendiarios, los de la perspectiva de género, cuyo único empeño es destruir la convivencia entre hombres y mujeres, exacerbando como un conflicto algo que no refleja el sentir ampliamente mayoritario de hombres y mujeres.
Por Forum Libertas