Jóvenes e inteligencia artificial: riesgos educativos y desafíos para las relaciones humanas

18 de septiembre de 2025. Por Juan Carlos Corvera para Forum Libertas

La inteligencia artificial impacta la educación de los jóvenes y plantea nuevos desafíos para las relaciones humanas en la era digital

Mientras los adultos aún debatimos sobre los límites y oportunidades de la inteligencia artificial (IA), muchos jóvenes ya la han incorporado a su vida diaria de forma natural y, en algunos casos, preocupante…

La IA como amigo, psicólogo, profesor… : una tendencia creciente

Vivimos una revolución silenciosa. Para una generación criada entre pantallas, no es extraño que empiecen a tratar a la IA no solo como herramienta, sino como interlocutor, consejero, profesor o incluso confidente emocional y amigo. Y aquí se abre una cuestión educativa, ética y profundamente humana que no podemos ignorar.

Según un estudio reciente de Plan Internacional, una de cada cuatro chicas de entre 17 y 21 años en España utiliza la IA como confidente para contarle sus cosas. En general, el 18% de las chicas y el 12% de los chicos entre 12 y 21, generaciones Zeta y Alfa, recurren a ella con frecuencia. Según un estudio de Common Sense Media, el 72% de los adolescentes usa ChatGPT como compañía, aunque el 80% reconoce que preferiría hablar con una persona real

No se trata de un uso puntual, sino de una tendencia en crecimiento. Y el problema aparece cuando se recurre a la IA para sustituir relaciones humanas reales, especialmente en terrenos tan delicados como la salud emocional, la formación de criterios morales o la orientación vital.

La relación humana es insustituible

Algunos jóvenes empiezan a usar la IA como psicólogo, como médico,  como profesor, incluso como sacerdote para cuestiones de orden moral. Y en todos esos casos se pierde lo esencial: la personalización del trato, el encuentro entre personas, la mirada que comprende y acompaña.

Como señala el médico y experto en bioética José María Simón Castellví, la relación médico-paciente se basa en el encuentro personal: «El paciente es una persona, no un conjunto de síntomas. Escucharle, mirarle, comprenderle es parte esencial del acto terapéutico«. En la misma línea, Carlos Simón Vázquez recuerda que «la medicina no puede reducirse a protocolos o datos. El diagnóstico verdadero nace del vínculo humano«.

En el ámbito educativo, lo mismo. Un buen profesor no se limita a corregir respuestas, sino que interpreta miradas, ajusta exigencias, acompaña procesos.

La IA puede ayudar, pero no puede sustituir la relación educativa.

San Juan Bosco lo resumía con simplicidad: “La educación es cosa del corazón.” La presencia humana es parte inseparable del acto educativo, que es mucho más profundo y transformador que la transmisión de un conocimiento.

La mirada cristiana: dignidad y subsidiariedad

Una vez más la Doctrina Social de la Iglesia ofrece una luz muy clara que puede aplicarse sobre este fenómeno. El principio de dignidad de la persona humana, nos recuerda que cada ser humano es irrepetible, relacional y encarnadoNo somos datos, somos rostros. En profesiones donde está en juego la verdad, la salud o la formación del alma, la relación personal no es un extra: es el corazón mismo de la acción del profesional, del padre o del amigo.

Como afirmó San Juan Pablo II en Centesimus Annus: “La ciencia y la tecnología están hechas para el hombre y no el hombre para la ciencia y la tecnología”.

Una herramienta valiosa, no un sustituto

La IA es una aliada en muchas tareas: organizar información, ofrecer ideas, resolver dudas técnicas, explicar contenidos… En el ámbito educativo puede enriquecer la enseñanza y favorecer el aprendizaje. En salud, puede sistematizar procesos, etc, etc.

Pero la IA nunca debe suplantar el discernimiento personal, ni la responsabilidad profesional, ni la relación humana.

Lo que debemos enseñar a nuestros hijos y alumnos es a usar bien la IA, sin convertirla en un oráculo ni en un sustituto afectivo. Y para ello hay que acompañarlos.

Educar su pensamiento crítico, explicarles qué puede y qué no puede hacer la IA, ayudarles a distinguir entre un dato y un consejo, entre una respuesta estándar y un acompañamiento real, entre algo que da una información estructurada y alguien que puede visitarte en el hospital cuando estás enfermo.

Cinco consejos para educar en el buen uso de la inteligencia artificial desde la familia

  1. No dejes que la IA sustituya la relación. Si ves que tu hijo empieza a usar la IA para desahogarse o resolver dilemas personales, pregúntale cómo está. Acompáñale tú.
  2. Enséñale a distinguir entre herramienta y persona. La IA no es un amigo, ni un psicólogo, ni un profesor. Es un sistema que responde con base en datos, no en amor, sabiduría o experiencia.
  3. Promueve relaciones reales, no virtuales. Fomenta espacios de conversación en casa, actividades presenciales, amistades reales. La relación personal es insustituible.
  4. Explica los riesgos de confiar a ciegas. Enséñale que la IA puede equivocarse, estar desactualizada, mal calibrada o programada con sesgos intencionados. No todo lo que dice es fiable o verdadero.
  5. Valora lo humano como esencial. Recuerda con tus actos que nada reemplaza una mirada, una presencia, una palabra dicha en el momento justo. Las personas sanan, educan y transforman.

Porque al final, como decía San Agustín: “Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.” Y la inteligencia artificial, por muy avanzada que sea, nunca podrá reemplazar ese modo de relación humana, esa mirada que descubre al otro, ese abrazo del alma que solo se vive entre personas. Solo así se construye la verdad con libertad y caridad.

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