Mientras que los derechos del hombre en la Declaración Universal de Naciones Unidas de 1948 reflejaban los derechos naturales, la afirmación del individualismo ha ido generando nuevos derechos antinaturales, como el derecho a la eutanasia o al aborto, los cuales, a su vez, han llevado a la aparición de derechos transnaturales que garantizan que se pueda redefinir la naturaleza, como es el caso del derecho a la eugenesia, a tener un hijo o al cambio de sexo. De manera más profunda, esta evolución manifiesta una enorme transformación de la concepción de la dignidad humana, que tiende a ser reducida a la sola voluntad individual, o al espíritu en oposición al cuerpo, y que plantea la negación de la naturaleza y sus condicionamientos como una liberación y un progreso. Esto lo afirma Grégor Puppinck, que es doctor en Derecho y director del Centro Europeo para el Derecho y la Justicia (ECLJ) por sus siglas en inglés, con sede en Estrasburgo), un experto que colabora con organizaciones internacionales y con los servicios diplomáticos de la Santa Sede. Acaba de publicar un importante ensayo sobre los derechos del hombre: Les droits de l’homme dénaturé [Los derechos del hombre desnaturalizado],
Entiendo que va en la línea de lo que el pensador español Josep Miró califica como la cultura de la desvinculación. Es decir, la deriva del mundo posmoderno en la negación de la realidad y de los vínculos humanos que son necesarios para la convivencia en sociedad.
En todo caso, la concepción de derechos antinaturales o transnaturales llevan a la desvinculación del ser humano, porque por ejemplo la ideología de género niega la existencia de la realidad biológica que está por fuera del ser humano, le precede objetivamente a su existencia. Y eso determina que las cosas no son lo que son sino lo que el sujeto “percibe” que son. Así se llega al absurdo de afirmar que una mujer que no quiere estar embarazada, aunque esté encina, no está embarazada. O que un hombre que se autopercibe como mujer, en realidad es una mujer. O que un pene que está en un cuerpo de mujer en realidad deja de ser un órgano sexual masculino y pasa a ser femenino, o tantos otros disparates.
Puppinck lo que está denunciando en su obra es la fuerte impronta que este pensamiento relativista está teniendo lamentablemente en los jueces que integran el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha tomado un papel fundamental en la consagración de supuestos derechos humanos que en verdad no son tales. Como ya hemos dicho, el relativismo ideológico está pasando a tener consagración legal y jurisprudencial en varios Estados, organismos internacionales y jurisdiccionales. Consolidando una dictadura de la ideología de género y del pensamiento único, muy peligrosa y muy tiránica. En efecto, en relación a esto el citado autor afirma: “por muy poderosa y coherente que pueda ser la ideología de la dignidad no encarnada, está condenada a chocar contra la resistencia de la naturaleza humana: hay algo en el hombre que resiste a su desnaturalización. La naturaleza humana se defiende y vuelve a nosotros. Es lo que podemos ver, por ejemplo, con el testimonio de personas concebidas en vientre de alquiler, que sufren toda su vida e intentan conocer a sus padres, sus hermanos, sus hermanas. Esta necesidad de conocer el propio “origen biológico” demuestra que las dimensiones física y psíquica son indisociables, que el hombre no es sólo una voluntad, que el hombre es, por naturaleza, la unión armoniosa del cuerpo y del alma. Y sólo como tal podrá realizarse plenamente.”
Creemos que se impone una fuerte reacción de los juristas y de la sociedad en general, en denunciar y oponerse a estas concepciones que no humanizan al hombre, sino que por el contrario lo deshumanizan, instrumentalizados por ideologías anti o transnaturales.
POR CARLOS ÁLVAREZ DE FORUMLIBERTAS