La presión por el aborto en diagnósticos prenatales

27/02/25 Por Santiago Bertrán para ForumLibertas.com

El médico te dice que la condición es fatal y que la solución más rápida es el aborto

Imagina que eres una madre embarazada y acabas de recibir la devastadora noticia de que tu bebé por nacer tiene un trastorno cromosómico.

El médico te dice que la condición es fatal y que la solución más rápida es el aborto.

Si decides continuar con el embarazo, el bebé morirá de todos. Estas parecen ser las únicas opciones presentadas. Pero ¿realmente lo son?

Como católicos, sabemos que la vida humana es un don sagrado de Dios, y que la dignidad de cada persona no depende de su estado de salud, sino de su naturaleza intrínseca como hijo de Dios.

La triste realidad es que en muchos casos, los padres en esta situación no están recibiendo toda la información que necesitan para tomar una decisión informada y moralmente correcta.

La manipulación de la información en diagnósticos prenatales

Un informe reciente del National Catholic Bioethics Center en Ciencias de la Vida y la Salud reveló que muchos médicos son reticentes a proporcionar una prognosis precisa cuando un niño es diagnosticado en el útero con un trastorno supuestamente fatal.

El estudio señala que el 61% de los padres que reciben estos diagnósticos dicen haber sentido presión para abortar.

En 39 estados de EE.UU., los llamados «anomalías fetales fatales» o «no viabilidad fetal» son justificación legal para el aborto.

Sin embargo, el problema radica en que no hay una definición universalmente aceptada de lo que constituye una «anomalía fetal fatal».

Condiciones como trisomía 13 y 18, malformaciones cerebrales severas o subdesarrollo pulmonar suelen catalogarse como «fatales», pero la realidad es que alrededor de la mitad de los niños nacidos con estas condiciones sobreviven más de un año, e incluso muchos viven por años.

Además, diagnósticos como el síndrome de Down, que permiten una supervivencia de décadas, a menudo llevan a que los padres sean presionados para abortar.

En muchos casos, a los niños con discapacidades se les niega la atención médica que recibiría cualquier otro bebé.

Esta práctica, además de ser contraria a la ética médica, se convierte en una profecía autocumplida: si a un bebé se le niega la atención médica, es natural que no sobreviva.

La cultura de la vida frente a la cultura del descarte

El Papa Francisco ha denunciado reiteradamente la cultura del descarte, que considera a ciertos seres humanos como indignos de vivir por no cumplir con los estándares de salud o perfección de la sociedad.

Esta mentalidad eugenésica está presente en la forma en que se maneja la información sobre los diagnósticos prenatales. En lugar de brindar esperanza y apoyo a los padres, muchos profesionales de la salud los empujan a tomar una decisión que atenta contra la dignidad de la vida humana.

La dignidad de una persona no depende de su expectativa de vida o de su estado de salud, sino de su condición como ser humano creado a imagen y semejanza de Dios.

Por eso, no podemos aceptar la idea de que algunos niños son menos valiosos que otros o que su vida carece de sentido porque podrían tener limitaciones físicas o cognitivas.

El papel de los padres y la comunidad

Los padres tienen un papel crucial en esta lucha por la vida.

Es vital que busquen información completa y veráz sobre el diagnóstico de su hijo.

También deben saber que el aborto no es la única opción, y que tienen el derecho de exigir atención médica adecuada para su hijo, incluso si la condición es considerada «imitante» para la vida.

Como comunidad, los católicos estamos llamados a apoyar a estos padres en momentos de angustia.

La solución no está en eliminar la vida del bebé, sino en acompañar a la familia con amor, asistencia médica y espiritualidad.

Organizaciones provida, grupos de apoyo a familias con niños con discapacidades y la misma Iglesia ofrecen recursos y acompañamiento para estos casos.

Una cultura que acoge la vida

Como sociedad, debemos trabajar para construir una cultura que valore y proteja toda vida humana.

La presión para abortar en casos de diagnósticos prenatales demuestra cuán profundamente arraigada está la idea de que solo ciertas vidas valen la pena.

Pero la verdad es que cada vida tiene un significado, sin importar su duración o sus limitaciones.

Jesús nos recuerda: «Dejad que los niños vengan a mí» (Mt 19, 14). Nuestra tarea es seguir su ejemplo, acogiendo con amor a cada niño, sin importar su condición.

La vida humana no es un producto que deba ser optimizado o descartado si no cumple ciertos criterios.

Debemos optar por un mundo donde toda persona, sin importar su fragilidad, sea reconocida como un don de Dios.

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