La soberbia es la raíz del egoismo. La persona egoista hace de sí la medida de todas las cosas hasta llegar a la actitud que señala San Agustín como origen de toda desviación moral, “el amor propio hasta el desprecio de Dios”. En este vicio se ecuentra el principio de toda maldad. Combatir la soberbia y sus manifestaciones de vanidad y vanagloria. El alma no puede vivir sin amar; cuando no ama a Dios, se ama a sí misma desordenadamente, y este amor, según santa Catalina de Siena “oscurece y encoge la mirada de la inteligencia, que deja de ver claro y sólo se mueve en una falsa claridad. La luz con que la inteligencia ve en adelante las cosas es un engañoso brillo del bien, del falso placer al cual se inclina ahora el amor…De él no saca el alma otro fruto que soberbia e impaciencia”.
La práctica de las virtudes enaltece a la persona, por contra la práctica del vicio, no. La humildad es el fundamento de todas las virtudes. Si uno es veraz, es justo. La justicia es dar a cada uno lo suyo. En el ámbito de la política hay bastante mentira y carencia de verdad, por esto falta la justicia, por esto vemos que muchas leyes que se aprueban en las Cortes Generales son injustas y pocos lo denuncian por temor a quedar mal y a que resplandezca la verdad ¿ha caído en desuso la verdad? ¿ha triunfado la injusticia?