Familia y Vida se opone a la destrucción de la Vida humana que constituye el punto de partida de algunas prácticas e investigaciones genéticas. Cualquier actividad científica o médica que conlleve, como medio o como consecuencia, la destrucción de una Vida humana debe ser prohibida y perseguida como delito. En concreto, la clonación con células madre embrionarias o la investigación con óvulos fecundados sobrantes de procesos de fecundación artificial suponen graves atentados contra el ser humano: la Vida humana no sólo debe estar garantizada, sino que no se puede experimentar con ella.
Veamos un poco más despacio en qué consisten estas prácticas de ingeniería genética. Clonar significa crear estructuras genéticas idénticas. En 1997 se clonó el primer mamífero superior: la oveja Dolly. La novedad de este logro fue que se utilizó material genético de una célula somática, no de una célula embrionaria. Se obtiene el DNA de una célula somática y se introduce en un óvulo al que se le ha extraído el núcleo, que después se implanta en el útero de otra oveja. El DNA silenciado de una célula somática recupera toda su actividad genética al ser colocado en el óvulo: es capaz de generar completamente un nuevo individuo.
En noviembre de 1998 se plantea la posibilidad de clonación humana con fines terapéuticos; pero es rechazada por un amplio porcentaje de la comunidad científica y los legisladores: las mutaciones que aparecerían serían impredecibles tras la manipulación del DNA, la diversidad genética humana se vería en peligro, el varón dejaría de ser necesario en el proceso reproductivo. No obstante, la clonación terapéutica sí se va abriendo camino entre la comunidad científica y la opinión pública: el negocio que se generaría en torno a estas prácticas sería tan fabuloso como el del aborto o la fecundación artificial.
En la clonación terapéutica, se toma un óvulo fecundado in vitro y se cultiva hasta el estadio de trofoblasto, en el que las células conservan toda su capacidad totipotente. Se toman algunas de las células del embrión, provocando la muerte de éste, y se cultivan separadamente. El paso siguiente -todavía no logrado- consiste en dirigir la diferenciación de dichas células hacia la producción de tejidos concretos. Observese que para la obtención del tejido que se implantará en un enfermo, previamente es preciso sacrificar un embrión, que es una Vida humana. Sólo una visión meramente utilitarista del ser humano justifica este proceso, que se ve facilitado por el hecho de que el embrión en ningún caso va a opinar sobre el mismo. Así, la vida de un ser humano indefenso es puesta al servicio de otro ser humano, cuya vida se valora más que la de aquél: estamos reproduciendo exactamente el esquema de la esclavitud que ya considerábamos abolida.
Una alternativa, planteada como prevención para evitar el posible rechazo en el transplante de tejidos clonados, se puede utilizar la técnica genética con la que se obtuvo la oveja Dolly y conseguir tejidos idénticos genéticamente a los del receptor del transplante. De esta forma, un individuo tendría embriones repuesto de los que obtener los tejidos que en el futuro pudiese necesitar. Estaría utilizando a sus hijos clónicos, como medio de obtención de piezas de repuesto para su propio cuerpo. Mientras que estas técnicas se perfeccionan -en la actualidad es mera teoría- la experimentación genética ya exige el sacrificio de embriones de los que extraer las células madre totipotentes.
Existe un procedimiento similar que utiliza células precursoras de línea germinal procedentes de fetos abortados entre las cinco y las nueve semanas: nuevamente se sacrifica a un ser humano para mejorar la calidad de vida de otro.
Al parecer, la aplicación de los derechos humanos -el derecho a la Vida – es cuestión de tamaño y posibilidad de queja: no escandaliza la muerte de un embrión, porque no lo siente y no se queja. Como Familia y Vida defiende decididamente que los derechos humanos no se derivan del tamaño ni de la posibilidad de reclamarlos, sino que se derivan únicamente de la condición de ser humano -condición que se da plenamente en el embrión-, nos oponemos a la legitimación de la experimentación genética con embriones humanos.
Familia y Vida propugna que la investigación genética utilice -en su caso- otros medios de obtener tejidos para implantes -clonación terapéutica- sin necesidad de sacrificar a un ser humano. En este sentido, existe una linea de investigación mediante la que se toman células humanas pluripotentes -como los neuroblastos- y se las cambia de ambiente para que generen células de línea hematopoyética. Se trataría, por tanto, de diferenciar de forma dirigida células de procedencia no embrionaria, por lo que no sería requisito previo el sacrificio de un ser humano.
Por otra parte, proponemos que se impida legalmente cualquier sistema de fertilidad asistida que suponga la manipulación y destrucción de embriones humanos. El deseo de tener un hijo no puede estar por delante del derecho a la Vida de todo ser humano. Además, se advierte cierta precipitación médica al recurrir a la reproducción asistida en casos en los que no se ha diagnosticado la infertilidad, sino simplemente un retraso en la concepción.