Este concepto se perpetúa en la Historia Universal a partir del origen evangélico, que nos cuenta el evangelista Mateo en el cap. 2; cuando, nacido Jesús en Belén de Judea, vinieron de Oriente unos magos que se presentaron en Jerusalén diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido, pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle?”. En oyéndolo el rey Herodes, se sobresaltó y convocó a los sacerdotes y escribas, que le informaron dónde había de nacer el Cristo, en Belén.
Herodes, escondiendo sus intenciones, informó a los magos del lugar y les pidió: “Cuando lo encontréis, comunicádmelo para ir también yo a dorarle”. La estrella guió a los magos hasta el mismo portal en que estaba el Niño. Después, cuando se dispusieron a regresar, fueron avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, y se retiraron a su país por otro camino.
Un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo que cogiera al niño y a su madre y huyera a Egipto, “porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.José emprende la marcha de noche y estuvo en Egipto hasta la muerte de Herodes. Cuando Herodes vio que había sido burlado por los magos, se enfureció y envió a matar a todos los niños de Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos.
Hasta aquí el relato bíblico, que concluye con un nuevo aviso del ángel del Señor a José para que volviese a Israel, pero no a Belén sino a Galilea, a la ciudad de Nazaret. Así se cumplió el oráculo de los profetas: “Será llamado Nazareo”.
Estos primeros mártires por la causa del cristianismo fueron llamados “Los Santos Inocentes”. La Iglesia recuerda su memoria el 28 de Diciembre. Los tiempos modernos, agnósticos, han frivolizado este asunto trágico y las jóvenes generaciones sólo saben que es el día propicio para reírse de las personas de buena voluntad, que por su buena fe, no viven pendientes de sí mismos, y a los que les hacen objeto de sus burlas o bromas pesadas, para ridiculizarlos.
La ideología imperante, siempre intenta trivializar lo más sagrado, tratando de convertir las realidades históricas, los hechos fehacientes, en cuentos chinos. Sin embargo, el concepto es muy grave porque, tras la apariencia de broma, siempre vemos el triunfo de la maldad, como la inteligencia que se burla de la bondad. Así vemos los abusos de políticos y hombres soberbios, sometiendo a sus dictados despóticos y arbitrarios a los inocentes ciudadanos, obligados al cumplimiento de lo que ellos llaman cínicamente “lo políticamente correcto” y que en realidad es el tragaembudo del “pensamiento único”, la dictadura moral del poder sobre el pueblo inerme, inocente.
Pero hoy los Santos Inocentes son también esas criaturas a las que no se les deja nacer y desde el vientre de la madre son condenados al exterminio, por razones supuestamente justificables. Y es que hoy el hombre, en su mayor grado evolutivo, pensando en un itinerario de mejora, ha llegado, en realidad, a asumir la personalidad de Dios; es decir, se ha convertido ¡en dueño de la vida y de la muerte!. Porque la eutanasia, es un eufemismo que alude a “quitarnos de encima a los viejos”, literalmente: “que a los viejos se les aparta, después de habernos servido bien” (como decía la canción de Serrat titulada “A quien corresponda”).
A esta condena de la suprema soberbia humana se refiere Julián Marías, cuando en las postrimerías de su vida dijo que lo que más lamentaba de la evolución del s. XX “es que el hombre haya llegado a asumir la potestad de eliminar a sus hijos, antes de que nazcan”. A este respecto, la corte internacional y nuestro Tribunal Constitucional defienden los derechos del “nasciturus”. Y es que en la ley natural y en el reino animal no vemos esta práctica sino de modo excepcional.
Por otra parte, el cristianismo considera, al revés que otras religiones orientales, con su doctrina de la reencarnación, que las almas no pasan de un cuerpo a otro sino que Dios, único dueño de la vida y de la muerte, crea un alma para cada nuevo ser, desde el momento de su concepción. Doctrina que coincide por cierto con Aristóteles, que define al alma vital como “el primer principio de vida de los seres corpóreos”. Es decir, que la vida sobrenatural, para los que creemos que el hombre no es sólo materia mortal, sino que creemos en la trascendencia, es lo que nos espera….Porque según Dios mismo nos lo dijo “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra” es decir, con un alma inmortal..
Y se corrobora en numerosos pasajes, Jesús nos habla de esta “vida eterna”, ultraterrena: en San Juan, cap. 12 versículo 25; en San Juan cap.6; vers:47; en San Mateo cap. 24. Versículos 31 a 46, como recompensa a “los limpios de corazón”, que oyen la palabra del Señor y la cumplen: (“Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino, preparado para vosotros desde la creación del mundo”) Y concluye San Mateo: “E irán estos a un castigo eterno y los justos a una “vida eterna” (Vers. 46).
POR EUSEBIO MURILLO (BARCELONA)