Acabo de ver en TV unas imágenes que me han dejado horrorizada. Era una madre de algún país africano que sostenía en sus brazos a su hijito de pocos meses. En ambos era tal su malnutrición manifiesta que más parecían dos esqueletos vivos. El niño lloraba desesperadamente aferrado al pecho de su madre que más que eso era un trozo de piel seca colgando a ambos lados de su corazón. Los lloros del niño eran gritos de irritación de desaliento que con sus manitas transparentes golpeaba frenéticamente como si supiera que allí habría de haber algo para calmar su hambre y su sed. La madre sin fuerzas, desfallecida mirando al infinito solo balbuceó: No hay ni una gota de leche. El niño agotado cerró sus ojitos quizás para ya no abrirlos jamás.
No pude seguir mirando, la indignación y la vergüenza se apoderaron de mí. ¿Cómo es posible que los poderosos permitan tanta penuria sin hacer nada? ¿Cómo pueden seguir sentados en sus poltronas y con sus mesas llenas de ricos manjares? Gobiernos y poderos se reúnen constantemente, no sé de qué hablan, pero lo primero que hay que resolver, lo que es urgente atacar, lo que es primordial es desterrar el hambre del mundo. ¿No habrá un líder capaz de sacudir y despertar a tantos gobernantes sin conciencia que prefieren negociar con las armas sabiendo que así no acabaran las guerras, ni el hambre ni el sufrimiento de tantos…
Mª Rosa Bonals (BARCELONA)