Las 10 reglas de oro para gobernar bien, por Tomás Moro
“Así como está loco el médico que no puede curar la enfermedad de su paciente sin provocarle otra enfermedad, así el que no puede encaminar las vidas de sus súbditos más que arrebatándoles las riquezas y comodidades de la vida no tiene más remedio que aceptar que desconoce el arte de gobernar personas”. “Utopía”, de Tomás Moro.
La respuesta a cómo gobernar parece difícil, pero la filosofía –una vez más– puede echar una mano. Solo hay que acudir a los clásicos, releerlos con placer y pasión y aprender. Encontramos las claves para un buen gobierno claras, sencillas y contundentes en Utopía, de Tomás Moro, que nació un 7 de febrero, el de 1478.
En el primer capítulo, antes de empezar a explicar las maravillosas historias de la misteriosa isla de Utopía, el explorador Rafael Hytloday comenta con sus interlocutores, el autor y Pedro Giles, las razones por las que no cree que sus saberes y experiencias fueran ni escuchadas –y menos atendidas– por los gobernantes de la época. «Si yo propusiera a cualquier rey decretos justos esforzándome en desterrar de su mente las perniciosas causas originales del vicio y el mal, ¿no pensáis que sin tardanza me despedirían o bien me convertirían en objeto de irrisión?». A continuación da una serie de ejemplos que vienen a corroborar su desconfianza y finaliza con una especie de resumen: «Así como está loco el médico que no puede curar la enfermedad de su paciente sin provocarle otra enfermedad, así el que no puede encaminar las vidas de sus súbditos más que arrebatándoles las riquezas y comodidades de la vida no tiene más remedio que aceptar que desconoce el arte de gobernar personas».
El siguiente texto es literal de la edición «especial V centenario» que publicó Ariel en 2016, con introducción de China Miéville y textos de Ursula K. Le Guin. La puntuación y adaptación a decálogo del buen gobierno es cosa nuestra:
- Que arregle su propia vida.
- Que renuncie a los placeres deshonestos y se desprenda del orgullo, pues estos son los vicios que causan el que incurra en el desprecio u odio de su pueblo.
- Que viva de lo suyo sin perjudicar a nadie.
- Que no gaste más de lo que puede.
- Que refrene la maldad.
- Que prevenga los vicios y aparte las ocasiones de delito dirigiendo bien a sus súbditos.
- Que no permita que aumente la maldad para castigarla después.
- Que no se apresure tanto en resucitar leyes que la costumbre ha abolido, especialmente las que llevan largo tiempo olvidadas y nunca echadas de menos ni necesitadas.
- Que nunca, so capa y pretexto de transgresión, imponga multas o fianzas que ningún juez toleraría que impusiera ningún particular por injustas y llenas de artimañas.
- Aquí si sacara a relucir la ley de los macarienses, que no están a mucha distancia de Utopía, cuyo rey el día de su coronación es requerido bajo solemne juramento a no tener en ninguna circunstancia más de mil libras de oro o plata en su tesoro: dicen que un rey muy bueno que procuraba más por la riqueza y bienestar de su país que por el propio enriquecimiento instituyó esta ley para que fuera un tope y barrera a los reyes para amontonar y atesorar tanto dinero que empobreciera a su pueblo.
Un poco después, en el libro se concluye: «Un rey así ha de ser temido por los malvados y amado por los buenos». Efectivamente y añadimos: un rey/gobernante así, lector y seguidor de la Utopía de Moro, es el que queremos.
POR FILOSOFÍA&CO