TURBOCAPITALISMO: LOS MAESTROS DE LA QUIEBRA, PARTE I por Raphael Nagel

PECUNIA SUMISA

Ética en las finanzas

Quizás las dos palabras que más han marcado las noticias económicas españolas durante los últimos años y han pasado a formar parte de nuestro vocabulario habitual son corrupción y quiebra. Se han convertido en portavoces de la situación española y han servido para aglutinar y definir una etapa. He impartido clases a jóvenes estudiantes de una universidad norteamericana y estos dos vocablos definen, para ellos, la España actual.

Muchas personas con las que hablo ven el actual panorama económica y político con pesimismo y piensan que las soluciones solo serán posibles mediante cambios estructurales drásticos, única vía que permitirá un cambio de rumbo. No puede ser de otro modo ya que el panorama político está empantanado. Encuentro un paralelismo a la situación vivida en Alemania durante la República de Weimar a inicios del siglo XX, con un parlamento muy fragmentado y con posiciones políticas antagónicas entre los partidos políticos, lo que dificultaba un acuerdo.

El ser humano tiene miedo al cambio, por pequeño que sea. No vemos que ante nosotros tenemos una gran oportunidad. ¡Tenemos una oportunidad única!

Los primeros filósofos políticos griegos se hicieron preguntas sobre cuál era la mejor forma de gobernar. Aristóteles y Platón escudriñaron, analizaron y nos dejaron respuestas. Fueron pioneros y precursores de la democracia y la convivencia. No obstante, a día de hoy no hemos sido capaces de hallar la forma ideal de gobernar. El pensamiento marxismo no prosperó en sus objetivos y muchos creen que la democracia del pluriturbocapitalismo es el sistema ideal.

Este es otro de los términos que aplico para hablar de la idea forjada en los años sesenta del siglo XX, a partir de la etiqueta (falsa) de liberalismo que triunfó a partir de la caída del Muro de Berlín en 1989. El colapso de un sistema soviético servía de balanza, de contrapeso, a los desmanes del capitalismo más despiadado, que es lo que califico de turbocapitalismo (capitalismo totalmente desvinculado de cualquier moral o ética).

Ideas a preservar

Cuando todo se transforma en mercancía, es decir, en dinero, es cuando debemos tener cuidado porque nos acercamos al precipicio y corremos el riesgo de volver a caer en los mismos errores. sin duda se ha demostrado que el marxismo no ha conseguido triunfar en la sociedad occidental. A pesar de ello, en su corpus ideológico todo lo que hace referencia al bienestar social y protección a los más débiles debe incorporarse y formar parte de los pilares de un nuevo concepto de democracia liberal, que es la que gobierna, en estos momentos, el mundo.

Ahora ha llegado el momento de definir, entre todos, un nuevo sistema social, en el que cada uno puede influenciar positivamente con sus ideas el cambio imprescindible y necesario. La clave es la ética, un concepto que ha dejado de formar parte de la vida y de los estudios, pero que es imprescindible en el quehacer diario. Más adelante ya hablaremos de la nueva ética.

España necesita, sin duda, un cambio. El sistema actual, en él que los grandes bancos hacen y deshacen lo que quieren, no es justo. Los más perjudicados son la inmensa mayoría de ciudadanos en un sistema actual insostenible. Algunos datos: según la publicación “El Economista”, la reestructuración de la banca ha costado más de 73.000 millones de euros, mientras que la corrupción político-empresarial ha perjudicado a todos los españoles en más de 40.000 millones de euros. En total, más de 110.000 millones de euros, una cifra astronómica.

Una aberración

Desde 1995, la sociedad desarrollada, tal como planteo Zbigniew Brzezinski -asesor de la Casa Blanca- , ha sido descrita bajo los parámetros del “tittytainment”, el cual sostiene que el 80% de la población es inútil y por tanto hay que alimentarla con “entretenimiento basura”. Este concepto que se extiende en Europa surge de la unión de las palabras inglesas “titty”y “entertainment” (pechos y entretenimiento). No carente de sentido sexual, tiende a traducirse como un sistema de amortiguación emocional. Comida y entretenimiento barato darán  como resultado  una sociedad que no piensa ni causa problemas, ocupada en temas banales. Parece aberrante pero es real.

Repito una vez más que mi crítica no va en contra del capitalismo. Es una crítica feroz contra un “turbocapitalismo” en el que todo vale con tal de ganar más dinero en el menor tiempo posible y en el que cada día son más grandes los que controlan todo, una especie del Gran Hermano que predijo George Orwell.

A día de hoy, el sector bancario español esta controlado en un 80% de cuota de mercado por únicamente cuatro entidades. Sin embargo, con las previstas fusiones en breve quedaran tres, que controlaran casi el 90% del sector. Esto no puede ser bueno ni para la banca, ni para el ciudadano, ni para el país. Según todas las estadísticas de organizaciones internacionales como la ONU, el 1% de los más ricos poseen más que todo el resto de la humanidad y solo 62 billonarios tienen más que la mitad del patrimonio del mundo. Por otra parte, 2.000 millones de seres humanos sufren desnutrición en el mundo, cuando la Tierra esta preparada para alimentar a más de 12.000 millones de personas (según la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, 44.000 millones anuales de euros se podría eliminar el hambre en el mundo). Finalmente, quizás lo más sangrante: las grandes empresas socializan las pérdidas y privatizan los beneficios. Hay que terminar con este abuso.

Un cambio con ética

España necesita un cambio de sistema económico y político. Esta transformación tiene que surgir de la sociedad, igual que sucedió en Alemania del Este en 1989, donde el propio pueblo “Wir sind das Volk” (Nosotros somos el pueblo) lo promovió  sin interferencias de las clases dirigentes, de los intocables.

Es el pueblo español el que tiene que promover este cambio. Será el ciudadano quien hará posible el cambio de un sistema post-dictatorial con un bipartidismo corrupto y fracasado en el que los intocables pasen a ser los ciudadanos.

Antes apostaba por ponerla ética en el centro del debate. Esta palabra, tan simple y tan difícil de encontrar en la vida pública, será lo único que producirá el cambio. Cada uno, desde su responsabilidad, deberá aplicar y actuar bajo la ética, ya que una sociedad sin ética es una sociedad destinada al fracaso…

Cuando educamos a nuestros hijos debemos ser conscientes de que educamos , en realidad, a nuestros nietos. El dinero debe ser entendido como una herramienta pero jamás como una finalidad. Antes, cada uno podía prosperar con su trabajo. Hoy en día es más probable un descenso social, pues el ascenso y la meritocracia han sido anuladas por el “turbocapitalismo”.

Civilizar al capitalismo

Una de las propuestas que lanzo es mantener viva la ilusión por mejorar la sociedad y ofrecer a nuestros hijos un modelo que valore más el talento que el dinero. Ha llegado la hora de ser intransigentes con la corrupción y las quiebras fraudulentas y tratar de que dejen de ser prácticas habituales con el único fin de lograr objetivos personales. Tenemos que reflexionar sobre el fracaso y entender que se nos presenta una oportunidad. Es necesario hacer un ejercicio que nos ayude a interpretar el fracaso como una experiencia de la que debemos aprender y poner los medios para facilitar el tener una nueva oportunidad a los que, por distintas razones, se hayan visto afectados por una insolvencia. Tengo la certeza de que solo quien fracasa puede triunfar.

La idea de este libro es inspirar hacia una corriente orientada a civilizar el capitalismo, educar a nuestros hijos y ellos a nuestros nietos, defender el bien común y ver el mundo como un lugar lleno de oportunidades. Un mundo, en el que las ilusiones se conviertan en realidad gracias al talento y al esfuerzo. Un mundo en el que los afectados por la insolvencia puedan mirar hacia delante con optimismo y se puedan recuperar. Un mundo en el que evitemos que las macrofortunas encierren en sus carísimos áticos y apaguen el botón del ascensor social para que nadie acceda a la planta.

únicamente si todos y cada uno de nosotros, la sociedad en general empezamos a descartar ciertas formas de enriquecimiento podremos civilizar al capitalismo y tener unas riquezas sin avaricias, pues la desigualdad destroza la confianza. Cuanto más grande es la desigualdad más alta es la desconfianza. En la década de los setenta, el 70% de los americanos tenía confianza en sus compatriotas; hoy, según el estudio “Análisis de la (in)felicidad colectiva” de los sociólogos Richard Wilkinson y Kate Pickett, no llega siquiera al 40%…

Hipoteca irresponsable

Esta es la historia de una irresponsabilidad. Cualquiera con un poco de sentido común nunca concedería una hipoteca de 1.200 euros de cuota mensual con unos ingresos de 1.600 euros. Es evidente que con un el 25% de los ingresos totales no se pueden cubrir las necesidades básicas -comida, gastos, transporte-, y que más pronto que tarde no se podrá hacer frente a los pagos.

Paco y Veronica son una joven pareja y decidieron comprarse un piso. Sus ingresos, en aquel momento, sumaban 1.600 euros…

Fiadores

…Si alguien ingresa 1.600 euros, es imposible que haga frente a una hipoteca de 1.200 euros. Se estima que la cantidad que se puede destinar al pago de vivienda no puede superar el 35% sobre el total de los ingresos, y aun así decidieron endeudar a la pareja y conceder un crédito al que tendrían que asignar el 75% de sus ingresos. Es el preámbulo de un crédito fallido…

Mala praxis

…una entidad que se aprovecha de la poca cultura financiera de muchas personas y, en lugar de conceder préstamos hipotecarios al uso, firma créditos más onerosos para los ciudadanos. La irresponsabilidad también se debe pagar.

Recomendaciones

  • Aplazar la compra hasta disponer de ahorros (10-20% mínimo).
  • No pedir avales, porque en caso de que surja cualquier imprevisto ya no hay nadie a quien recurrir para pedir ayuda.
  • Prever imprevistos como, por ejemplo, el aumento del tipo de interés o deramas adicionales de los gastos de comunidad.
  • Máximo endeudamiento del 35% de los ingresos totales.

 

Por Raphael Nagel, Barcelona, junio de 2016.

Kant Ediciones

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