De mayor a menor, y viceversa. ¿Se pueden evitar las heridas afectivas en la familia?

Por Isabel Molina Estrada para Revista Misión, 27 junio 2023

Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión.

Muchos aspectos nos moldean como personas, pero sin duda uno de los que más incide es la presencia (o no) de hermanos y el lugar que ocupamos en la familia. De ahí pueden surgir heridas afectivas en los hijos. Conviene estar atentos para evitarlas.

Desde el momento del nacimiento, muchos elementos influyen en los hijos: la relación entre sus padres, la educación que reciben y los momentos familiares que se van sucediendo (mudanzas, muertes de seres queridos…). “Es una amalgama de circunstancias –explica Jaime Serrada, psicólogo y profesor en la Universidad Francisco deVitoria–, pero, sin duda, el orden de nacimiento que te toque, porque evidentemente no lo puedes elegir, influye radicalmente en quién eres tú en tu familia y como persona”.

También forma parte de esa experiencia ser el mayor, el hijo de una familia con hijos muy seguidos o muy espaciados, el hijo único, el de en medio de cuatro o el pequeño de tres… Serrada advierte que lo importante es no catalogar a los hijos por esta posición: “Como tú eres el pequeño…” o “como tú eres el mayor…”, y ver a cada uno como quien es. “Cada hijo necesita su tiempo, su dedicación… Si quieres evitar futuras heridas, no puedes ver a tus hijos en ‘paquete’o dividir la familia por grupos de mayores y pequeños”.

Heridas afectivas

Aun así, el devenir de la vida puede dejar heridas afectivas en los hijos: “Por ser el del medio siempre me sentía en un segundo plano” o “cuando nació mi hermano me sentí desplazado” o “yo siempre heredaba la ropa de mis hermanos y me venía grande y mis amigos se burlaban de mí”. Las heridas afectivas, aunque son reales, son totalmente subjetivas: “Está claro que los padres no hacen las cosas para causarle daño a los hijos, aun así, las heridas se dejan ver años después. Es como cuando sales al campo: vuelves a casa y descubres que te has clavado una astilla. No te diste cuenta cuando ocurrió –comenta el psicólogo–. Sin embargo, la astilla está ahí y duele”.

“Las heridas afectivas son subjetivas y, por ello, difíciles de evitar”

¿Cómo evitarlo? No sirve de nada que los padres se culpen. Algunas heridas serán inevitables. Sin embargo, Serrada recomienda a los padres mirar todo el tiempo el rostro de sus hijos, que son un libro abierto: “Hay que mirar queriendo ver. Poner atención e intentar ver lo que les está afectando”. Y guardar la esperanza de que, aunque surjan heridas, también estas pueden convertirse en un manantial de gracia para ellos y para los demás.

¿CÓMO MARCA A CADA UNO EL ORDEN DE NACIMIENTO?

Los hijos mayores. Ser el mayor imprime carácter: implica abrir camino. Pero hay que tener cuidado porque, tal y como advierte el psicólogo Jaime Serrada, “al mayor le toca pagar el pato porque tiene que enfrentarse a los miedos e inhabilidad de sus padres. Más le valdría a los padres tener al segundo hijo antes que al primero (comenta entre risas)”. También los padres tienden a ser más sobreprotectores y exigentes con ellos. Uno de los riesgos claros con estos hijos es que pronto se les “sube de nivel”: “Es frecuente que los padres se apoyen en ellos y les asignen encargos que no les corresponden”. “¿Quién me ha nombrado el cuidador de mi hermano?”, se preguntan algunos primogénitos. Aun así, Serrada recomienda que “en las tareas compartidas del hogar sí que hay que trabajar muchísimo con los mayores, no para descargar en ellos, sino para que marquen una línea de acción con los pequeños.”

Los hijos medianos. Estos hijos se benefician del camino que ha abierto el mayor, pero corren con la desventaja de pasar más inadvertidos o incluso “transparentes”, alerta Serrada. “Hay que tener cuidado porque lo sufren mucho, y esta es una herida que luego, si no se les ayuda a interpretar, se queda de por vida”. Sin embargo, estar en esa especie de “terreno de nadie” supone también ventajas. Por lo general, los hijos medianos son más adaptativos y suelen ser más sociables.

Los hijos pequeños. Estos hijos son otro cantar. Reciben mucha atención, y esto puede suponer una gran ventaja porque tienen puesta en ellos la mirada de sus padres y aprenden mucho de sus hermanos mayores. Pero, a la vez, esta posición en la familia presenta inconvenientes porque estos niños a veces esperan que el mundo gire a su alrededor. Además, pueden guardar la sensación de haber llegado tarde. “Les parece que se encuentran con ‘restos’: ‘En el móvil de papá hay muchas más fotos de mis hermanos que mías, a mí no me has leído cuentos, no has jugado conmigo…”. Es importante subsanar este “vacío” porque, tal y como explica Serrada, “no podemos dar por hecho que los pequeños han vivido experiencias que ocurrieron cuando aún no existían o eran pequeños. A todos hay que darles su propia memoria”.

Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión.

Por Isabel Molina Estrada para Revista Misión, 27 junio 2023

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