LA CENSURA HA VUELTO COMO CON FRANCO, SOLO QUE AHORA CENSURAN OTRAS COSAS

Los grandes ejes del marco de referencia con los que funciona nuestra sociedad la están destruyendo. Son el liberalismo económico, el emotivismo como definidor de la moral, es decir, el imperio del sentimiento subjetivo en el que basta con decir “yo siento que…” para que esto constituya la “razón”, que sustituye al raciocinio, aunque después este sentimiento resulte fuertemente censurado por otro gran eje del “frame” dominante: el feminismo de la ideología de género GLBT+ (donde el + define una tendencia al en una locura de la fragmentación de lo humano). Porque ahora, en una contradicción inasimilable por el sistema, encontramos junto con el carácter libérrimo y ultra permisivo de los comportamientos sociales y sexuales, una represión tan feroz, como la que ha ejemplificado la policía foral de Navarra, requisando chapas que vendían en un tenderete, argumentado en su Twitter que constituyen delitos de odio, nada más y nada menos.  ¿Y que dicen las chapas requisadas, que la propia policía muestra con el escudo del cuerpo, como si se tratara de una un decomiso de droga? Pues cosas del tipo “eres mu tonta”, “eres mu tonto” “pija de mierda” “necesito una mujer de verdad” y un largo etcétera de sandeces, despropósitos y palabras malsonantes que intentan ser ocurrentes y solo son zafias. Es como con Franco, “se prohíbe la blasfemia y la palabra soez” solo que ahora la blasfemia es subvencionada y la palabra soez solo rige si afecta a las categorías morales que determina la perspectiva de género.  Si la policía se ha de dedicar a tales tareas, Orwell y su 1984 se va a quedar corto.

Pero todo esto no es una anécdota, no, sino una tendencia. La misma vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, y en sede parlamentaria, la comisión de Igualdad del Congreso (¿por qué no tenemos en España una comisión para la igualdad de naturaleza económica y social?) anunció una modificación del Código Penal para que contemple el criterio que “si una mujer no dice sí expresamente, todo lo demás es no” y si es un acto sexual será considerado como una violación, un delito que en España está particularmente penado. Por ejemplo, Suecia, que tiene una legislación especialmente dura, y en la que dice inspirarse el gobierno español, sitúa en 10 años la pena máxima (los de la Manada han sido condenados a nueve años, y se montó un cirio porque se consideraba una sentencia leve). La cuestión es -y de ahí las críticas que ya ha levantado la iniciativa- qué es un consentimiento expreso y cómo debe concretarse. ¿Puede estar seguro el hombre solo con un compromiso verbal sin testigos? Porque uno de los muchos problemas posibles radica en que si después de mantener una relación, la mujer denuncia y aduce que no hubo tal consentimiento, cuando no hay otros testigos que ellos dos, el hombre tiene un problema. Solo el consentimiento escrito brinda una garantía suficiente. En fin, la casuística de problemas que plantea es grande y sitúa la relación ocasional, el “ligue”, en un plano peligroso.

Obviamente, no seremos nosotros quienes levantemos la bandera de la crítica contra la presión legal para evitar actitudes pésimas, y la visión sexualizada de la mujer y su sometimiento a comportamientos machistas, todo lo contrario, pero tenemos serias dudas sobre si el desequilibrio que se da en el cómo se valoran las cuestiones relacionadas solo con el feminismo y los grupos GLBT+ en relación a otros comportamientos improcedentes o simplemente delictivos, no está profundamente desequilibrada y es contradictoria. Mucha represión en un plano, total permisividad hacia el incivismo y la violencia verbal y práctica en todo los demás. Vender chapas con el “eres mu tonta” es un delito, pero pintar en las paredes de las iglesias “la única iglesia que ilumina es la que quema” eso es un grafiti divertido.

Es una contradicción la del gobierno Sánchez que pretende hilar muy fino en unos temas -bienvenido sea el respeto a las mujeres-, y a la vez sea incapaz de abordar una de las mayores violencias estructurales contra ellas: la de la prostitución. Mucho llenarse la boca con la legislación sueca, para después omitir la pieza clave de aquel país en defensa de la mujer: la prohibición de la prostitución, el negocio que en España mueve más dinero negro que la droga. Al final nos harán pensar mal.

FORUM LIBERTAS, 12/07/18 EDITORIAL

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