Salvo Japón, todas las demás economías desarrolladas están experimentando un retorno de la inflación que, pese a las previsiones de la mayor parte de los economistas, no amaina
Salvo Japón, todas las demás economías desarrolladas están experimentando un retorno de la inflación que, pese a las previsiones de la mayor parte de los economistas, no amaina. En Estados Unidos, la inflación alcanza el 7,1% interanual. Y ya se sabe que los fenómenos económicos estadounidenses tardan tan sólo unos pocos meses en llegar a Europa.
Mientras, la inflación de la zona euro se sitúa en el 5%, una cifra también de récord y que alcanza el 5,7% en el caso de Alemania y el 6,6% en España.
Los gobiernos insisten desde hace meses en que el alza de precios es provisional y se debe a un contexto internacional único e irrepetible
Los gobiernos insisten desde hace meses en que el alza de precios es provisional y se debe a un contexto internacional único e irrepetible: una recuperación económica rpida propulsada por la recuperación del gasto de los hogares después de meses de ahorros forzados, y al mismo tiempo por el freno que supone un sector productivo en dificultades de suministro, de carencia de mano de obra y de precios disparados de la energía.
Pero la realidad es que se trata de una inflación duradera, apuntan economistas como el francés Nicolas Baverez. La inflación llamada subyacente, es decir, la inflación restante una vez aislados los precios de la energía y de la alimentación (los más volátiles), sigue siendo muy elevada: de un 5,5% en Estados Unidos y de un 2,6% en la zona euro.
En Norteamérica ya ha aparecido una espiral alcista entre sueldos y precios, que probablemente hará empeorar la situación y llegará en poco tiempo a Europa.
La inflación actual es ante todo el resultado de las políticas económicas practicadas por los gobiernos occidentales durante la crisis sanitaria, que tenían como objetivo dar garantías a los hogares, empresas y trabajadores.
Se trata de un objetivo loable, y su principio no puede ponerse en entredicho. Sin ayudas públicas, la situación de innumerables familias y empresas sería en estos momentos catastrófica.
El problema de estas políticas de gasto público descomunal ha sido su magnitud inaudita, así como su duración extraordinariamente larga. En España, por ejemplo, todavía hay más de 100.000 trabajadores afectados por los ERTE. Estados Unidos ha inyectado en menos de dos años una cantidad de dinero equivalente a la mitad del PIB del país.
Ahora, sin embargo, el economista neoliberal Milton Friedman se toma su venganza: como afirmaba, se demuestra que la inflación es ante todo un fenómeno monetario. Sus críticos, aún tan de moda, que pretenden que los déficits y la deuda pública no tienen límites, están más que nunca en entredicho. El alud de dinero que los estados han volcado mientras la producción se mantenía en mínimos está lógicamente provocando un fuerte incremento de los precios.
Una inflación fuerte nunca es buena: destruye el poder adquisitivo de las familias, reduce los márgenes de beneficio de las empresas y, por tanto, juega contra la inversión. Genera problemas en estados y empresas para devolver los préstamos.
También impulsa a los mercados financieros a una fuerte corrección: como se ha visto en enero, los inversores abandonan las inversiones en bolsa más arriesgadas, y vuelven a productos más clásicos aprovechando el aumento de los tipos de interés. Tecnológicas y criptomonedas, en tanto que inversiones de alto riesgo, están en pleno bajón.
El Fondo Monetario Internacional ya ha rebajado sus previsiones de recuperación económica a causa de la inflación. En España, uno de los países europeos más afectados por el alza de precios, ya se ha visto cómo el crecimiento del PIB para 2021 ha sido sensiblemente inferior al inicialmente previsto. En los países pobres (y en los no tan pobres), inflación rima con desestabilización y protestas sociales: se prevé que 100 millones de personas en todo el mundo vuelvan a la categoría de “pobreza extrema” debido al alza de los precios de la alimentación.
Ante este panorama, los bancos centrales y las autoridades públicas en general se encuentran ante un serio dilema: dar marcha atrás en sus programas de gasto y correr el riesgo de un crash económico por la consiguiente alza de los tipos de interés, o bien proseguir y exponerse a que el incremento de precios ahogue la recuperación.
En Europa, el Banco Central Europeo duda todavía, viendo cómo el abismo entre los países del norte y los del sur no para de crecer
En Estados Unidos la presión ha aumentado tanto que parece haber un consenso para detener la inflación. En Europa, el Banco Central Europeo todavía duda, viendo cómo el abismo económico entre los países del norte y los del sur no para de crecer, y con él las necesidades de unos y otros.
La solución, según Baverez, pasaría porque el BCE actúe decididamente para estabilizar la inflación al 2%, pero debería hacerlo con extrema delicadeza para no causar un descalabro en los países tan mal acostumbrados al dinero fácil.
POR FORUM LIBERTAS