23 de abril de 2025. Por Juan Manuel Sinde para ForumLibertas.com
Aproximación a un Modelo cristiano de empresa, inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia, que se caracterice por tratar de conciliar la competitividad de las empresas y organizaciones con el desarrollo de las personas que en ellas trabajan, que trate de sustituir la confrontación como actitud básica por una cooperación que genere beneficios para todos y que se preocupe de la Comunidad en la que se inserta.
Existen en la actualidad unas 1.800 universidades en el mundo que se proclaman católicas. De ellas, unas 800 ofrecen algún tipo de formación para los futuros profesionales de la empresa. Dos profesores de dichas Universidades (St.Thomas, en USA, y Santo Tomás, en Roma), coordinaron hace unos años una publicación titulada «La vocación del líder empresarial», en el que participaron personas de distintos Centros universitarios en colaboración con el actual Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y que pretende ser una guía para la formación de profesores y la enseñanza en escuelas empresariales y universidades católicas.
Dicho documento comienza identificando algunos obstáculos que dificultan a los líderes empresariales en su tarea de servir al bien común: la corrupción, la tendencia a la codicia, la ausencia de un Estado de derecho en muchos países, … Con carácter general, propugna un «liderazgo de servicio» armonizando las demandas del mundo económico y los principios ético-sociales cristianos.
Destaca cuatro factores que tiene una especial influencia en las empresas modernas:
1- La globalización, que ha producido eficiencias y oportunidades extraordinarias, pero que también acarrea desigualdades y dificultades de control de la actividad económica, sobre todo en el ámbito financiero.
2- Las telecomunicaciones, que han permitido nuevos productos y reducción de costos para responder a las necesidades de personas y empresas, pero también un exceso de información, que puede generar confusión.
3- La financiarización de la economía, que ha separado la actividad financiera de la economía productiva y ha acentuado la tendencia a la especulación y a los beneficios a corto plazo.
4- Los grandes cambios culturales, que han reforzado el individualismo, las preocupaciones sobre los derechos y no sobre los deberes… y que han llevado a un mayor volumen de bienes privados, pero también a serias carencias de bienes comunes.
Indica este trabajo, que es frecuente, en este contexto, que mientras los líderes empresariales se concentran en maximizar la riqueza a crear, los trabajadores desarrollen actitudes reivindicativas y los consumidores exijan satisfacciones inmediatas al menor precio posible, entrando, en ocasiones, en comportamientos que pueden ser contradictorios y negativos para todos.
Ante esta situación, el documento recuerda que las decisiones empresariales deben estar basadas en los siguientes principios: el respeto a la dignidad de todas las personas, el servicio al bien común y la visión de la empresa como una comunidad de personas.
En la práctica, sugiere que el líder empresarial debe estar centrado en:
a) Producir bienes y servicios que satisfagan las necesidades genuinas de las personas.
b) Asumir la responsabilidad por los costes sociales y medioambientales de la producción.
c) Organizar el trabajo de modo eficiente, pero también de forma que permita el desarrollo de las personas trabajadoras.
d) Utilizar los recursos con inteligencia, para producir riqueza de forma sostenible.
e) Distribuir la riqueza con justicia, buscando un salario justo para los trabajadores, precios justos para los clientes, impuestos justos para la comunidad y beneficios justos para los accionistas.
En ese contexto, un grupo de profesionales creyentes, varios de ellos con una amplia experiencia en empresas de la Corporación Mondragón, reflexionó sobre posibles actuaciones y políticas empresariales en las que se pudieran concretar esas orientaciones, habiendo llegado a unas conclusiones (que bien pudieran aplicarse a la definición de trabajo decente, apoyado por la Iglesia Católica a nivel mundial) según las cuales un liderazgo empresarial cristiano deberá:
1- Desarrollar una política de transparencia informativa poniendo a disposición de los trabajadores de forma regular información sobre las variables y políticas más importantes de la empresa, a un nivel similar a la establecida como obligatoria para las empresas que cotizan en Bolsa y adecuado a la dimensión de cada empresa.
2- Implantar sistemas de gestión participativos, realizando consultas a los trabajadores sobre las decisiones más relevantes.
3- Vigilar la satisfacción y necesidades de los recursos más críticos para la marcha empresarial: las personas que en ella trabajan, desarrollando planes de formación sistemáticos, con objetivos de dedicación no inferior a 20-40 h anuales por trabajador e incluyendo en los mismos tanto formación técnica como formación que permita a sus representantes interpretar y valorar la información empresarial que se les facilite.
4- Impulsar políticas retributivas que, salvando la necesaria fidelización de los trabajadores más cualificados, no generen una gran desigualdad entre las personas empleadas; e) implementar sistemas de participación de los trabajadores en los resultados de la empresa.
5- Preocuparse de la sostenibilidad del proyecto empresarial, procurando que una proporción mayoritaria de los beneficios anuales se destine a Fondos Propios.
6- Respetar rigurosamente la legislación laboral de los países en los que desarrolle su actividad.
7- Cumplir honestamente con sus obligaciones fiscales sin triquiñuelas legales.
8- Respetar rigurosamente la legislación medio-ambiental.
9- Tener en cuenta los problemas de la comunidad en la que se asienta, dedicando un mínimo de un 1% de los beneficios a actividades de Responsabilidad Social coherentes con los mismos.
Propuestas todas ellas que fueron incorporadas a una Proposición No de Ley que fue aprobada por unanimidad en los Parlamentos vasco y navarro y posteriormente desarrollada conjuntamente con Euskalit, (Fundación Vasca para la calidad de la gestión), para facilitar su implementación con la denominación Modelo inclusivo participativo de empresa, que recoge Orientaciones, Ámbitos de Gestión y Posibles indicadores. Tal como se puede observar en el documento.
Y que bien pudiera considerarse una aproximación a un Modelo cristiano de empresa, inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia, que se caracterice por tratar de conciliar la competitividad de las empresas y organizaciones con el desarrollo de las personas que en ellas trabajan, que trate de sustituir la confrontación como actitud básica por una cooperación que genere beneficios para todos y que se preocupe de la Comunidad en la que se inserta.